25. Me niego a perderla

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Draven

— ¡¿Has sabido algo de ella?! — me pregunta Samira muy preocupada —. La he llamado un montón de veces y siempre me manda al buzón. Entiendo que no quiera hablar conmigo, pero se me hace extraño que a ti tampoco te conteste.

— No, Samira, no he sabido nada. Es la octava vez que me llamas para preguntarme — le digo de malhumor.

— Perdón, Draven, por preocuparme tanto por mi amiga.

Giro los ojos. "Amiga", sí como no.

— Cuando sepa algo te aviso — cuelgo la llamada.

Hace más de seis horas que no sé nada de Hazzell. Su celular parece estar apagado, lo cual es raro, ya que siempre anda pendiente de él. Y si por algún motivo nos separamos durante el día, ella siempre responde de inmediato, por muy ocupada que esté SIEMPRE lo hace. Igual yo.

Ya busqué en todos los lugares posibles donde podría estar y nada. No he tenido éxito alguno.

De repente, mi mente evoca la imagen de ese gimnasio de mala muerte. Mismo donde no he buscado. Había olvidado por completo ese lugar, pero es que últimamente tampoco es como que fuera mucho. Agarro una chaqueta de cuero negra y las llaves de mi Ferrari, bajo las escaleras y salgo corriendo para arrancar el auto.

Cuando cruzo por la entrada de ese lugar tan espantoso para el ojo humano, mis esperanzas de encontrarla se esfuman, puesto que no parece que esté en ningún rincón de este pequeño y grotesco sitio.

— ¿Se te perdió algo, chico?

Me giro para encontrarme con un hombre mayor de aspecto horrible y dudosa higiene. Él me mira como si fuera una oveja en una jaula llena de leones.

— Estoy buscando a alguien.

— Sí, ¿a quién?

— ¿Hazzell está por aquí?

El hombre frunce el ceño y su semblante se vuelve serio y desconfiado.

— ¿Quién la busca?

— Soy su novio.

— Eres su novio y no sabes dónde está — comenta con diversión —. Lo siento, chico, pero no la he visto desde hace... tres o cuatro días. La muy ingrata no ha venido a entrenar — asegura, encogiéndose de hombros —. Es más, si la encuentras dale el siguiente mensaje de mi parte: dile que se presente y que no se pase mis advertencias por el culo, porque si no su deuda será aún mayor.

— ¿De qué deuda hablas? — le preguntó sin entender nada.

— Eso es un asunto entre ella y yo, chico, es mejor que no te metas — me dice, dándome la espalda para irse.

— Todo asunto que tenga que ver con ella también tiene que ver conmigo — digo, captando su atención.

— Ven a mi oficina, chico. Ahí te diré todo lo que quieres saber sobre tu rebelde novia.

Lo sigo hasta su oficina, él se sienta y comienza a contarme cómo conoció a Hazzell y por qué ahora le pertenece, según él. Yo no sabía todo esto, y supongo que Kian tampoco, de lo contrario habría hecho algo por ayudarla hace mucho tiempo. Pero si me entero de que sabía y no hizo nada, mi hermano y yo tendremos serios problemas.

— Pagaré por su libertad — le digo y sus ojos ambiciosos se iluminan —. ¿Cuánto dinero es? Dime para hacerte un cheque ahora mismo. Y no importa cuál sea la cantidad, yo la pago.

Ramé © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora