CAPÍTULO 1

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Megan

No paro de correr mientras las lágrimas bajan por mis mejillas.

El dolor de la traición no me deja pensar en ninguna otra cosa que no sea escapar. Mis pies me duelen por todo lo que he corrido y los tacones comienzan a ser pesados.

Entre los pasillos de mi colegio corro buscando un lugar seguro en donde pueda resguardarme, pruebo cada puerta de las aulas para saber si alguna está abierta, pero todas están cerradas.

Es viernes por la noche, el sonido de la música por la fiesta que tenemos en el gimnasio cada vez se escucha más alejada, el frío comienza a sentirse y el sonido de las copas de los árboles al moverse con el viento me hace estremecer y voltear cada 5 segundo asegurándome de que nadie venga detrás de mí.

Llego a las oficinas centrales que por suerte están abiertas, empujo la puerta y arrecostandome en la pared comienzo a calmarme.

Aquí nadie puede encontrarme, estoy segura.

El sonido de mi corazón y mi respiración acelerada es lo único que puedo escuchar mientras intento tranquilizarme y asegurarme de no haber sido seguida.

Las lágrimas acumuladas hacen que mis ojos ardan, pero evito llorar. Ellos no merecen que derrame ni una sola lagrima.

Una pequeña luz dentro de la oficina del director me llama la atención por lo que decido ir a ver qué o quién es. Con pasos cortos y evitando hacer ruido me acerco hasta la puerta en donde veo a un hombre de unos 27 años en un traje elegante revisando unos papeles.

Su pelo cae a los costados de su cara por lo que no logro ver bien su rostro, las mangas de su camisa están dobladas hacia arriba dejando una buena vista de las venas que resaltan en sus manos mientras firma algunos documentos.

Un jarrón cae por mi culpa al haberme apoyado a él sin darme cuenta, eso ha hecho que el hombre levante el rostro y me vea. Rápidamente y sin pensarlo camino hacia la salida y cuando estoy abriendo la puerta para salir, siento el calor de una mano tomarme desde la parte trasera de mi brazo impidiéndome salir de la oficina.

Al voltearme puedo ver la cara enojada del hombre, por la oscuridad no puedo apreciar bien su rostro completamente, pero en él desprende una autoridad y una molestia por la forma en que me ha tomado del brazo.

—¿Quién eres y qué haces aquí?— la grosura de su voz me hace estremecer y por poco olvidar que me andaba escondiendo de mi hermana y mi novio.

Exnovio.

»Te he hecho una pregunta. ¿Quién eres y qué haces aquí?

—Y-yo... me estaba... vengo de...— no puedo estar haciendo mayor ridículo en este momento. Respiro profundo para poder hablar bien —Creo que la pregunta debería de ser al revés.

—Yo no tengo que darle explicaciones a niñas que irrumpen en mi oficina un viernes por la noche.

—Para empezar, no soy una niña ya cumplí los 18.

—Como dije, una niña.

—Segundo ¿no escuchas la fiesta que hay en el gimnasio? Hasta aquí se escucha.

—Eso no me aclara el por qué estás aquí.

—Vengo de la fiesta— digo señalando mi vestuario. La mirada que me da me hace sentir un ligero hormigueo por todo el cuerpo que rápido dejo pasar.

—¿Qué haces aquí? ¿De quién huías?

—D-De nadie— trato de sonar firme cuando mi voz se quiebra recordándome la verdadera razón por la que estoy aquí.

Sobre nuestra pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora