#1: IMPERIAL KNIGHT

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Las malas lenguas dicen que Gavin quiso asesinar a su madre apenas nació y que eso demostraba que era mal augurio nacer en el día de los muertos.

Por supuesto, todos se equivocaban. Lo que en realidad sucedió es que el bebé, curioso como era, cogió lo primero que tenía a la mano. Y lo que tenía a la mano resultó ser un bisturí que el médico descuidado no alejó de su alcance. El pobre bebé simplemente movió los brazos y le dio a Sivella Renard el susto de su vida.

En serio, nada más.

Claro está que su madre no creía en superstición alguna. Ignoró a todas las personas —cofcoflacuñadaMinervacofcof— que le decían que ella y su esposo debieron programar la cesárea para otro día. Ignoró a quienes le decían que su hijo sería la ruina de la casa noble Renard. A todos y a cada uno de ellos Sivella les respondió:

—Si mi hijo está destinado a ser nuestra ruina, haré que no lo sea.

Ella y Dante Guidoni, su consorte, estuvieron muy al pendiente de la educación de Gavin, el primogénito... Y, por supuesto, se encargaron de enseñarle que no tenía nada asegurado por el mero hecho de ser el primer hijo. Nunca lo consintieron en demasía, pero tampoco lo dejaron a su aire. Le dieron amor envuelto con exigencias y altas expectativas. Las más tempranas memorias de Gavin tienen que ver con enseñanzas de sus padres respecto a ganarse las cosas por mano propia.

Entonces llegó Magda, y luego llegó Orestes. Y Gavin aprendió una cosa importantísima.

La tía Minerva era envidiosa.

Y esta observación era importantísima, porque brindaba explicación para todas las cosas que Gavin había observado hasta ese entonces, como el trato de su tía a su madre, el trato de su tía a sus hermanos menores y... la obsesión que parecía tener su tía con sembrar discordia entre Andreas, su primo, y él.

Sí, tan simple como eso. La tía Minerva sentía envidia.

¿Y por qué sentía envidia?

La casa noble Renard había estado al servicio de la corona desde tiempos ancestrales y era de los pocos linajes a los cuales la reina —antepasada de Helena Lefevre, la actual reina— había asignado el control elemental siglos atrás. Adicionalmente a esto, los Renard eran especialistas en proteger a la casa real, lo cual los hacía sobresalir entre las otras casas nobles porque muchos podían servir a la familia Lefevre, pero pocos tenían bajo su cuidado las vidas de dicha familia. Que la familia real te confiara su seguridad no era poca cosa.

Para personas como Gavin, era una gran responsabilidad.

Para personas como la tía Minerva, era un trampolín a las esferas más altas de la sociedad.

La tía Minerva, conocedora de que Sivella Renard —quien, luego de varios años como la mejor guerrera de Tesatrova, ahora era la mano derecha de la reina— tenía pocas posibilidades de casarse, puso los ojos en su hermano menor: Eskol Renard. Cuando nació su hija mayor, Vivian, estuvo segura de que sería ella quien heredaría el cargo de Sivella. Cuando nació Andreas, la tía Minerva pensó que el éxito y la fama estaban asegurados. Vivian sería la mano derecha de la reina y Andreas sería su mejor soldado.

Entonces nació Gavin.

Como el primogénito de la primogénita Renard, Gavin había nacido para servir a la casa Lefevre; ese era su destino. Tal como su madre, él debía ser el mejor guerrero de Tesatrova y, cuando se jubilara, serviría a la casa real como consejero de la reina.

A no ser que sus primos lo eclipsaran... Y eso era lo que buscaba conseguir la tía Minerva. Gavin suponía que ella se sentía defraudada por el matrimonio tardío de su madre y su padre, pero ¿quién mandaba sobre el corazón? Su madre no había tenido oportunidad de conocer al hombre adecuado cuando se dedicaba a las armas, fue solo cuando pasó a ser consejera real que eso cambió. Dante Guidoni, el ministro de relaciones exteriores de Tesatrova, resultó ser el hombre de sus sueños.

BK: Butterfly's KissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora