#20: GUEST OF HONOR

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—¡Gavin! ¡¿Quieres unirte?!

Gavin encontró a Orestes en el patio de entrenamiento donde se llevaba a cabo el festejo, al lado del piano que Alvize se disponía a tocar. Tenía una sonrisa inmensa en el rostro, la cual Gavin imitó sin siquiera darse cuenta.

—¿Qué vas a tocar, Alvize? —preguntó a voz en cuello, para poder ser oído a pesar de la distancia y la gente.

—El himno nacional —contestó su sobrino—. Papá me dijo que sabes tocar la gaita, tío. ¿Sabes las notas del himno?

—Por supuesto. ¡Es lo primero que le enseñé a tocar! —gritó la señorita Rossin desde su mesa.

Gavin se giró hacia su instructora y le dedicó una reverencia.

—¡Este himno va para usted, señorita Rossin! —exclamó, aceptando la gaita que su hermano le ofrecía.

Ya la tenía preparada. Bribón.

Cuando Alvize y él empezaron a tocar, todos callaron. Los que competían con control elemental en el exterior regresaron a la casa, su padre se acercó a Alvize y a él, Magda salió del establo a pesar de que las fiestas no le gustaban demasiado y solo la música gobernó en el lugar. Gavin tocó con solemnidad, recordando no eclipsar al piano, sino tenerlo como compañero.

El himno tesatrovo había sido compuesto hacía mucho tiempo por los fundadores de la casa noble Horvath. Mientras el canto brotaba de los invitados y sus voces se unían a la de su sobrino, Gavin tuvo una regresión al pasado y supo que su mayor miedo había sido infundado: él no había perdido su hogar, todavía tenía un lugar al cual regresar.

Él pertenecía a Tesatrova.

Pero una nota llevó a otra y otra nota llevó a un recuerdo. El recuerdo de la canción más hermosa, una canción que había nacido de la añoranza que sentía por Tesatrova y que había terminado siendo un regalo de bodas. El recuerdo pintó en su mente imágenes de mariposas, pero el sonido de su gaita persiguió solo a una. Y, a medida que la melodía alcanzaba el clímax, esa mariposa que llevaba bendición se posó en el rostro sorprendido de una princesa que caldeaba el corazón.

¿Cómo estaría ella? ¿Estaría mejor o...?

¡Ah, ya no había algarabía, solo había dolor! La princesa tenía ojos llorosos y vestía aflicción. El viaje en carruaje fue el epítome de la tragedia y auguraba historias de horror. Nadie va a cubrir tus mentiras, Gavin, mucho menos Dios.

¡Nota equivocada!

Gavin corrigió su error y volvió a fluir con el piano de Alvize, manteniendo su mente fuera de princesas rotas y la canción más hermosa. Cuando el himno culminó, vio que su sobrino corría hacia Orestes y Bianca y los abrazaba. Entonces comprendió las palabras de la señorita Rossin. Aunque Alvize era talentoso, su talento tenía el sello de los Horvath, no de los Renard. Era un artista, no un guerrero.

Las hijas de Vivian parecían ser buenas luchadoras, pero la señorita Rossin no las consideraba buenas líderes porque sabía de qué pie cojeaba la tía Minerva. Sabía que la tía Minerva estaba en contra de Sivella Renard y que su estatus social le importaba más que honrar el apellido Renard. Eso, en el lenguaje de su instructora, era la más vil traición.

Para una mujer con pensamiento radical como la señorita Rossin, cualquier niño criado por un traidor no podía ser otra cosa que un traidor. Según ella, Vivian había heredado las mañas de la tía Minerva, así que las hijas de Vivian también habían heredado esas conductas deshonrosas.

—¡Alvize, tocas bien el piano, pero siempre pierdes cuando peleamos!

He ahí.

—Eso es porque no me gusta pelear —contestó a la hija mayor de Vivian su sobrino.

BK: Butterfly's KissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora