Las dos semanas posteriores a la boda fueron... interesantes.
En primer lugar, consumar el matrimonio no había sido la tragedia que esperaba. Debido a los deberes reales que Hadassah Dubois y él habían tenido que atender, las noches juntos no habían sido demasiadas. Por otro lado, la convivencia no era complicada. Tanto la princesa heredera como él habían seguido tratándose como siempre. Es más, el único cambio relevante que había tenido su relación era que ahora se hablaban de modo informal y que compartían algunos besos. La mayor parte del tiempo estaban trabajando juntos, lo cual facilitaba que Gavin pudiera proteger a Dasha Dubois y, por ende, la asignación de un nuevo Caballero Imperial para su esposa se postergara.
Eso era estupendo, porque Gavin no quería tener estorbo alguno durante la ejecución de sus planes. Tenía que ganar tiempo hasta, al menos, la coronación de Hadassah Dubois. Una vez que esta tuviera lugar —es decir, una vez que Gavin tuviera en sus manos el agua primigenia de Aquarctias—, podría respirar tranquilo y volver a Tesatrova.
De ser posible, le gustaría poder evitar más muertes.
Ahora bien, esto era culpa de Hadassah Dubois. Hadassah Dubois, quien oraba con él y le hablaba de Dios. Hadassah Dubois, quien pintaba para él visiones de un Kelebek unido y naciones prósperas. Hadassah Dubois, quien era honesta con él a pesar de que sabía que su buen gesto no era correspondido.
Si Dios, el creador de Kelebek, veía con malos ojos el asesinato... No estaba mal que Gavin lo tuviera como último recurso, ¿verdad? Él ya había tomado vidas antes, pero Hadassah Dubois decía que nunca era tarde para hacer lo correcto. Y Gavin no comprendía por qué lo correcto en Tesatrova no era lo correcto en Aquarctias, así que empezó a contemplar el asunto de un modo más práctico. Dios era dueño de todo el mundo y eso incluía la totalidad de Kelebek. Es decir, lo que Dios mandaba era lo correcto en cualquiera de las naciones de Kelebek. Tan simple como eso.
El problema era que Dios también veía con malos ojos la mentira y Gavin no tenía cómo evitar mentir. Él era el mentiroso perfecto. Había mentido durante años y tendría que seguir haciéndolo si quería honrar a Tesatrova y a la casa noble Renard.
Dejando eso de lado, tanto Gavin como su esposa estaban siendo puestos a prueba. Vesper Dubois y Eloise Greene les habían asignado la tarea de investigar lo ocurrido en su boda y arreglar el asunto del comercio con Ignivallis, lo cual no era más que una burla porque ¿qué clase de reyes dejan que su hija, quien se acaba de casar, resuelva los problemas políticos y familiares por ellos? No unos buenos reyes y, desde luego, no unos buenos padres.
Pero Hadassah Dubois seguía protegiendo y respetando a esa familia, así que...
Gavin no entendía. No entendía por qué Hadassah Dubois había decidido contentar a sus padres ni por qué había decidido ignorar el crimen de Kale Dubois. ¿Por qué era tan leal a Sienna Dubois, quien nunca le había contado de su amorío con el Caballero Imperial Bristol? ¿Por qué había protegido a Alizée Dubois ante Sergei Moccia en aquel banquete, si ella no hacía más que apoyar a Kale Dubois todo el tiempo? ¿Por qué sacrificaba cosas por una familia que no valía la pena?
Cuando ese tipo de cosas ocurrían, Hadassah Dubois se convertía ante sus ojos en una luna solitaria que, a pesar de todo, pretendía iluminar el cielo.
Pero Gavin no era como ella.
Por esa razón, lo primero que hizo cuando su esposa viajó a Caelirye fue exigirle a Sienna Dubois la verdad.
—Oyó lo que ordenó su padre, ¿no es así? —cuestionó, sin siquiera intentar suavizar su tono de voz—. Ordenó que el Caballero Imperial Bristol sea ejecutado. Conseguí ganar tiempo para él, pero no voy a poder ayudarlo si usted no me dice la verdad. ¿Es cierto lo que afirmó la duquesa de Lenus el día de la boda?
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BK: Butterfly's Kiss
SpiritualPuedo ser el mejor instrumento, su alteza. Si usted realmente pudiera creer que yo estoy de su lado... Si usted realmente creyera que soy su amigo y no su enemigo, yo crearía la nación más hermosa para usted. *** De la misma manera os digo que hay g...