Erika
Una semana, una maldita semana ha pasado desde aquel catastrófico día. Cuando Flora me dijo que a los sobrevivientes los llevarían a Boston para revisarlos y que dos días después los mandarían en un avión de vuelta a Londres, guardé esperanzas. No lloré, sabía que Gabriel vendría en ese avión, tenía que hacerlo, no podía haber muerto, no todavía. Esperé pacientemente, con nervios y un nudo en la garganta hasta que llegó el día.
Mi madre me acompañó, se lo agradecí porque no creo que hubiera soportado hacerlo yo sola. Llegamos con tiempo y nos pusimos a esperar a los sobrevivientes del naufragio, junto a las demás familias. Todos nos encontrábamos igual, nerviosos, ansiosos y expectantes por saber quiénes habían sobrevivido y quiénes no. Cuando el avión llegó y empezaron a salir los pasajeros para reunirse con sus seres queridos, no dejé de mirar de un lado a otro esperando ver la sonrisa de mi galán medieval. Mi madre sostenía mi mano con fuerza. Cuando todos salieron y él no apareció, decidí no preocuparme, tal vez se había retrasado o llegaba en otro avión. No sé, me dije miles de excusas, cada una más ridícula que la anterior.
Me puse a preguntar, pues al hacer cálculos me percaté de que solo faltaba él. El miedo me atacó sin piedad, no podía ser coincidencia. Una señora se dio cuenta y acercándose a mí me dijo si estaba preguntando por el único pasajero que no estaba. Asentí diciéndole que era su esposa, seguro ella tenía las respuestas a mis preguntas. Me sonrió con tristeza, tomó mis manos (mi madre me las había soltado cuando nos pusimos a preguntar) y mirándome a los ojos dijo unas palabras que jamás olvidaré por los sentimientos contradictorios que me despertaron.
"— Su esposo es un héroe, debe sentirse orgullosa de él. Cuando nuestro bote salvavidas descendía hacia el agua, una ola enorme nos sorprendió. Su esposo se puso delante de mi hija para evitar que cayera al mar, sin embargo, al hacerlo se olvidó de agarrarse él. Al chocar la ola contra nosotros el bote se movió y cayó al agua. Intentamos encontrarlo. Por desgracia no pudimos, el oleaje, la oscuridad, la fuerte lluvia nos impedía ver nada. Lo siento mucho, su esposo era un gran hombre."
¿Recuerdan lo de sentimientos contradictorios?, ahora les explico cuales fueron: orgullo y dolor. Orgullo por lo valiente y el gran hombre que fue al arriesgar su vida para salvar a alguien más y dolor, porque perdí al amor de mi vida. En esa tormenta hace una semana perdí una parte importante de mi ser, la mitad de mi corazón. Al volver a casa me encerré en la habitación, cogí una de sus camisas para poder sentirlo más cerca. Para mi suerte todavía conservaba su olor, me la puse y me tiré a la cama para llorar. Lloré durante horas y horas y horas. Mi madre entró para acostarse a mi lado, quería darme su calor e intentar consolarme. Nada lo haría, nada lograría consolarme ni volver a calentar mi congelado corazón.
⚰️😭⚰️😭⚰️😭⚰️😭⚰️😭
Aún hoy siento el enorme agujero en mi pecho, el dolor en el alma y la tristeza llenando mis momentos. Pedí dos semanas libres para tratar de llevar las cosas, la pasada y esta. Por suerte mi jefe me las concedió, tengo muchos días libres acumulados. Desde que los chicos me dieron la noticia supe que algo iba mal, me lo dijo el agujero en mi pecho y el pinchazo de tristeza que sentí. Si desde entonces nada ha cambiado, dudo que algo lo haga ahora.
— Erika mi amor, ¿terminaste de arreglarte? — pregunta mi madre entrando en la habitación. Niego con la cabeza y bajo la vista hacia la foto enmarcada entre mis manos. Somos Gabriel y yo frente a la Torre Eiffel en nuestra luna de miel. De todas las que nos tomamos, esta fue mi favorita. Nos estamos mirando a los ojos mientras reímos llenos de amor.
— Sí, ya terminé— le digo sin levantar la vista.
El día más temido para mí ha llegado, hoy enterramos a Gabriel. Todo fuera un poquitico más fácil si, aunque sea, hubiéramos encontrado su cuerpo. Podría despedirme de él de verdad. Porque recordar nuestra última noche juntos me encoje el corazón, sus palabras, sus besos, caricias. Es como si el karma me estuviera mostrando la verdad en las palabras de Gabriel. Una verdad que ha oscurecido mis días. Ya no tengo ánimos para seguir viviendo, no lo deseo. Todos me dicen que debo ser fuerte, que no puedo dejarme vencer por la agonía, no es fácil, Dios, no lo es. Recordar nuestros momentos felices, el corto tiempo que pasamos juntos, me hace llorar.
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EL AMOR EN LA TORMENTA ~LIBRO III
RomanceErika de Avellaneda es una famosa bióloga que vive en Londres, siente un profundo amor por el mar y las criaturas que habitan en sus profundidades. Un día es invitada por sus compañeros de trabajo a un crucero. Decide asistir sin imaginarse que en e...