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L U A N A

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L U A N A

Gemí, aferrándome a las sábanas con fuerza, mientras apoyaba la mejilla en el colchón y levantaba mi trasero para permitirle entrar aún más. En esta posición podía sentirlo mejor, era él quien tenía el control, pero era yo la que disfrutaba con eso. Su cuerpo y el mío eran uno solo, no estábamos haciendo otra que cosa que no fuese intercambiar energía. Olvidarnos por un rato de los problemas que nos aquejaban y entregarnos al otro como si nos perteneciéramos.

Lo prohibido tenía sabor a placer, no había cómo negarlo. Intentar mantenernos alejados no había funcionado, por más que lo intentásemos, por más que nos enojáramos con el otro, por más que inventáramos mil excusas para no cruzar palabras, siempre terminábamos cediendo.

Se aferró a mi cintura, clavó las rodillas en el colchón y comenzó a dar estocadas lentas, pero fuertes. Quería que lo sintiera, que lo tomara por completo y quería escuchar una queja al respecto. Podía seguir esperando aquello que no iba a llegar. Cuanto más se moviera de la forma en la que lo estaba haciéndolo, más me llevaba al borde del éxtasi.

—No hay otro que te toque de esta forma —Murmuró, entrando en mí con fuerza—. No existe otro hombre que te moje sin siquiera ponerte un dedo encima.

—Te puedo asegurar que hay mejores. —Sonreí, cerrando los ojos fingiendo recordar amantes pasados a la hora del sexo.

Gemí bajito, mordiéndome el labio inferior y restregándome contra él. Mi broma pareció no gustarle, enseguida salió de mí y me dio vuelta sobre la cama con una fuerza bruta propia de alguien a quien acababan de hacer enojar.

Sus ojos no abandonaron los míos en ningún momento, mientras las yemas frías de sus dedos se paseaban por mi abdomen, enloqueciéndome. Subió hacia mi cuello donde apretó ligeramente, sin llegar a hacerme daño, al mismo tiempo que con la otra mano se agarraba el miembro y lo frotaba en mi entrada, sin penetrarme.

Abrí las piernas con cierta desesperación. Estaba sensible, las extremidades no me respondían como yo hubiera querido que lo hiciesen. Lo necesitaba a él, necesitaba que siguiera haciéndome sentir completa. Sin embargo, Neymar no parecía querer ceder ante mis pedidos silencios.

Enredó sus dedos en mi cabello y tiró de mí ejerciendo cierta fuerza que me hizo doler, pero no lo suficiente como para quejarme al respecto. Mi rostro quedó enfrentado al suyo, analicé sus facciones lentamente, mientras me deleitaba con el calor que emanaba su cuerpo. Tenía los dientes apretados, cosa que hacía que se le marcase la mandíbula con más prominencia. Y el color de sus ojos se había oscurecido, ya no eran ese verde que a mí me encantaba, tenían una sombra que los hacía lucir salvajes.

— ¿Cuántos mejores hay? —Preguntó, sentándose sobre la cama y arrastrándome a mí encima suyo—. ¿Cuántos te hicieron sentir así?

No respondí y eso lo enojó más. Si algo había aprendido al compartir tiempo con él era que le gustaba tener todo bajo control. Todo lo que sucedía en la casa pasaba primero por sus órdenes y, en caso de que fuera otro quien lo quisiera hacer, necesitaba de su aprobación.

—Responde —Volvió a tironear de mi cabello, acercando su rostro al mío hasta que sus labios rozaron mi boca—. Creí que ya habíamos pasado la etapa en la que nos comparábamos con otras personas.

—Era una broma —Murmuré, sentándome de una forma que dejaba su miembro justo en mi entrada—. Quería hacerte enojar, me gusta cómo lo hacemos cuando pierdes la calma.

— ¿Sí?

—Mhm —Me apoyé en sus hombros y bajé lentamente, dejándolo entrar una vez más—. Ahora yo tengo el control, jugador.

Neymar me dio una nalgada fuerte y, contrario a lo que pensé que haría, acercó su rostro hasta que su mejilla hizo contacto con la mía y posó su boca en mi oído, comenzando a gemir roncamente hasta llevarme al borde del ápice.

❆❆❆

La mansión estaba silenciosa, no quedaba nadie más que nosotros y el personal que trabajaba puertas adentro, pero ya se habían ido a dormir. El resto de los que vivían acá habían decidido salir a cenar, dándonos una tregua para otro encuentro casual.

Su mano estaba en mi espalda, sus dedos hacían círculos lentos, pausados, mientras yo descansaba sobre su pecho. Tenía la vista fija en nuestras piernas entrelazadas, cualquiera que nos viera así pensaría que éramos una pareja, pero no. Cada uno sabía el lugar que ocupaba en la vida del otro.

— ¿Cuándo juegan? —Pregunté, queriendo romper con el silencio que ya comenzaba a tornarse incómodo.

—En dos días contra el Lille —Dijo, abrazándome más contra él—. ¿Quieres ir?

— ¿En calidad de qué?

—En calidad de mi mejor amiga.

—Pensé que esa era Bianca —Levanté un poco la cabeza para poder mirarlo a los ojos—. No creo que le guste mucho la idea de que me des ese título.

—Ella irá de todas formas —Se encogió de hombros, queriendo sacarle importancia al asunto—. Además, mi amistad con Bianca no se parece en nada a la nuestra...

Sus manos se apoyaron en mi espalda y me levantaron un poco hasta que quedé sobre su cuerpo completamente. Neymar repartió besos húmedos por mi cuello y mi hombro derecho, como si estuviese planeando volverme loca con un gesto tan simple como ese.

— ¿No?

—No —Aseguró, esta vez bajando una de sus manos hacia mi trasero, dejando caricias leves—. No acostumbro a salir con las mujeres de mis amigos.

Me reí, irónica.

—Yo no acostumbro a salir con los mejores amigos de mi pareja.

—No estoy tan seguro de eso...

—No sé qué te hace pensar lo contrario.

Mañosa, me apoyé sobre su pecho para acomodarme mejor. Rosé sus labios con los míos, y lo miré con la doble intención marcada en mi rostro. Podría acostumbrarme fácilmente a tenerlo así para mí por el resto de la vida, pero sabía dónde estaba el límite, tenía en claro dónde debía dibujar la línea.

Neymar llevó sus manos a mis mejillas, acariciándolas con parsimonia, como si estuviese intentando guardarse este momento para él. Después me besó, no supe qué con exactitud, pero se sintió como una despedida. Como si esta fuera la última vez que compartiríamos algo tan íntimo como lo que acabábamos de hacer.

—Desearía tenerte así siempre —Murmuró, mirándome con el ceño fruncido—. Si yo fuera otra persona y nos hubiéramos conocido de otra manera, todo sería diferente.

—Pero eres Neymar y nos conocimos así.

—Y no estamos destinados a estar juntos.

—Y no estamos destinados a estar juntos

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Prohibido | NEYMAR JRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora