Percy estaba furioso. El bolso era el insulto definitivo.
Se habían marchado corriendo de la A.V.S.A.I., de modo que tal vez la intención de Iris al darle el bolso no había sido crítica. Lo había llenado de pasteles enriquecidos con vitaminas, barritas de fruta deshidratadas, cecina macrobiótica y unos cuantos cristales para que les dieran suerte. Luego se la había puesto a Percy en las manos:
"Toma, necesitaréis esto. Oh, te queda bien".
El bolso—perdón, el accesorio masculino tipo cartera—tenía un estampado multicolor, un símbolo de la paz cosido con cuentas de madera y el eslogan "Abraza el mundo entero". Ojalá pusiera "Abraza el excusado". Percy se sentía como si el bolso fuera una apostilla de su enorme e increíble inutilidad. Mientras navegaban hacia el norte, colocó la cartera lo más lejos posible de él, pero el bote era pequeño.
No podía creer cómo se había venido abajo cuando sus compañeros lo habían necesitado. Primero, había sido tan tonto que los había dejado solos al volver al bote, y Hazel había sido secuestrada. Luego había visto al ejército marchando hacia el sur y había sufrido una especie de crisis nerviosa. ¿Si le daba vergüenza? Sí. Sentía su orgullo herido. Pero no había podido evitarlo. Cuando había visto a aquellos centauros y cíclopes malvados, le había parecido tan raro, tan contrario a lo normal, que había pensado que le iba a explotar la cabeza. Y el gigante Polibotes... le había provocado una sensación opuesta a la que experimentaba estando en el mar. La energía de Percy le había abandonado y lo había dejado débil y febril, como si las entrañas se le estuvieran corroyendo.
El té medicinal de Iris había contribuido a que su cuerpo se sintiera mejor, pero todavía le dolía la cabeza. Había oído historias de personas que habían perdido alguna extremidad y que sufrían dolores imaginarios en la zona donde habían tenido la pierna o el brazo desaparecido. Así notaba él su mente, como si le dolieran los recuerdos que ya no tenía.
Y lo peor de todo era que cuanto más avanzaba hacia el norte, más se desvanecían sus recuerdos. Había empezado a sentirse mejor en el Campamento Júpiter, donde había recordado nombres y caras al azar. Pero entonces hasta la cara de Annabeth se estaba volviendo cada vez más borrosa. En la A.V.S.A.I., cuando había tratado de enviar un Mensaje Iris a Annabeth, Fleecy había sacudido la cabeza con gesto triste.
"Es como si estuvieras llamando por teléfono a alguien"—dijo—, "pero hubieras olvidado el número. O como si alguien estuviera interfiriendo en la señal. Lo siento, cielo. No puedo conectarte".
Le aterraba perder por completo la cara de Annabeth cuando llegara a Alaska. Tal vez un buen día se despertaría y ya no se acordaría de su nombre.
Sin embargo, tenía que concentrarse en la misión. La imagen del ejército enemigo le había mostrado a lo que se enfrentaban. Era el 21 de junio muy de mañana. Tenían que llegar a Alaska, encontrar a Thanatos, localizar el estandarte de la legión y regresar al Campamento Júpiter para la noche del 24 de junio. Cuatro días. Mientras tanto, al enemigo sólo le quedaban varios cientos de kilómetros de marcha.
Percy pilotaba el bote por las fuertes corrientes frente a la costa del norte de California. Soplaba un viento frío, pero resultaba agradable y le ayudaba a despejar la confusión de su mente. Se empeñó en forzar el bote lo máximo posible. El casco traqueteaba a medida que el Pax se abría paso hacia el norte.
Mientras tanto, Hazel y Frank intercambiaban anécdotas sobre los acontecimientos ocurridos en el establecimiento de Alimentación Sana Arcoíris. Frank habló del vidente ciego Fineas que vivía en Portland y explicó que Iris le había dicho que podría decirles dónde encontrar a Thanatos. Frank no reveló cómo había conseguido matar a los basiliscos, pero Percy tenía la sensación que guardaba relación con la punta rota de su lanza y las quemaduras en su mano. Fuera lo que fuese lo que había pasado, Frank parecía tener más miedo de la lanza que de los basiliscos.
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GIGANTOMAQUIA: El Hijo de Neptuno
ФанфикEste es un mundo distinto al que conocemos, más divino en cierto modo, más retorcido en otros. Los semidioses representan la cumbre de la especie mortal, el punto de equilibrio perfecto entre los dioses y los humanos, y se verán a prueba ante el inm...