HAZEL V

206 23 8
                                    


Hazel se sentía como si acabara de presentar a dos bombas nucleares. Estaba esperando a ver cuál explotaba antes.

Hasta esa mañana, su hermano Nico había sido el semidiós más poderoso que conocía. En el Campamento Júpiter, los demás lo veían como a un bicho raro que siempre estaba viajando, prácticamente tan inofensivo como los faunos. Sin embargo, Hazel sabía la verdad. Ella no había crecido con Nico y ni siquiera lo había conocido durante mucho tiempo, pero sabía que Nico era más peligroso que Reyna o que Octavio o incluso que Jason.


Entonces había conocido a Percy.

Al principio, cuando lo vio dando traspiés por la autopista con la vieja en brazos, Hazel pensó que podía tratarse de un dios disfrazado. Pese a estar castigado, sucio y encorvado del agotamiento, tenía un aura de poder. Poseía la belleza de un dios romano, con unos ojos azul claro y un cabello rubio ondulado.

Había ordenado a Frank que no atacara. Había pensado que los dioses podían estar poniéndolos a prueba. Había oído mitos parecidos: un chico con una vieja implora refugio, y cuando los groseros mortales se niegan a dárselo, zas, se convierten en babosas.

Luego Percy había controlado el río y había destruido a las gorgonas. Había convertido un bolígrafo en un tridente de bronce. Había revolucionado todo el campamento con los rumores sobre el graecus.

Un hijo del dios del mar...

Hacía mucho, a Hazel le habían dicho que un descendiente de Poseidón la salvaría. Pero ¿podía realmente Percy anular la maldición que pesaba sobre ella? Parecía una esperanza vana.

Percy y Nico se estrecharon las manos. Se observaron con recelo, y Hazel contuvo el deseo de escapar. Si los dos sacaban sus lanzas mágicas, las cosas podían ponerse feas.

Nico no parecía asustado. Era musculoso y tenía un aspecto digno de la realeza con su ropa blanca. Eso sí, estaba tan despeinado que parecía que acabara de salir de la cama.

Hazel recordaba el día en que lo conoció. La primera vez que lo había visto invocar su lanza negra había tenido miedo. Su forma de llamarla "Hierro Estigio", todo serio, le hacía parecer un ángel de la muerte. Aquel elegante chico blanco no podía ser ningún luchador. Desde luego ella no había creído que fueran parientes.

No había tardado en cambiar de opinión.

Percy frunció el entrecejo.

—Te... te conozco.

Nico arqueó las cejas.

—Ah, ¿sí?

Miró a Hazel en busca de una explicación.

Hazel vaciló. Había algo extraño en la reacción de su hermano. Estaba intentando hacerse el despreocupado, pero la primera vez que había visto a Percy, Hazel se había fijado en su momentánea expresión de pánico. Nico ya conocía a Percy. Estaba segura. ¿Por qué fingía lo contrario?

Hazel hizo un esfuerzo por hablar.

—Esto... Percy ha perdido la memoria.

Le contó a su hermano lo que había ocurrido desde que Percy había llegado a la puerta del campamento.

—Así que, Nico...—continuó con cautela—, he pensado... que como tú viajas por todas partes, a lo mejor has conocido a semidioses como Percy o...

La expresión de Nico se volvió tan sombría como el Helheim. Hazel no entendió por qué, pero captó el mensaje: "Déjalo".

—Esa historia sobre el ejército de Gaia—dijo Nico—. ¿Has avisado a Reyna?

GIGANTOMAQUIA: El Hijo de NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora