La rubia entraba a su departamento agotada, sonriendo al ver como un pelinegro jugaba con una pequeña rubia en el sofá.
-Holaa. -saludó soltando un suspiro.
La niña, al verla, sonrió y se paró del sofá para ir hasta su mamá y abrazar sus piernas.
-Hola, mami.
La más grande la levantó y besó su mejilla. El mayor sonrió al verlas y se acercó a ellas, dejando un beso en la mejilla de la rubia.
-Hola, Betts, ¿Cómo te fue en el trabajo?
-Normal, supongo, nada interesante. Solo que Austin me invitó a salir con Sarah el sábado. -sonrió. El pelinegro sintió como cada fibra de su ser se tensaba- ¿Cómo estuvo todo por aquí? -preguntó mirando a su hija.
-Bien, mami, Juggy me enseñó a hacer pastel de chocolate, miramos Barbie y jugamos con las muñecas. -dijo emocionada la niña.
La rubia sonrió, amaba ver como su hija se llevaba con su mejor amigo.
-También escuchamos Rep de Taylor y me maquilló este pequeño demonio. -la pequeña rió cuando el pelinegro la despeinó- Y ya cenó, preparé lasaña, guardé para ti en el microondas.-le dijo y ella asintió.
-Veo que se divirtieron mucho hoy. -miró al pelinegro con una gran sonrisa- Gracias, Jug, no sé qué sería de mí sin ti. -murmuró.
-No es nada, sabes que adoro a esta niña, pero ahora debo irme, mañana rindo un parcial y solo sé que no sé nada. -bromeó y ambas rubias rieron.
La rubia lo acompañó hasta la salida con su hija en brazos y, cuando se estaban por despedir, la niña hizo lo de siempre.
-Adiós, Betts. Adiós, Sari, las quiero. -besó la mejilla de la mayor y la frente de la niña.
Esta lo abrazó por el cuello, queriendo evitar que se escape.
-Juggy, no, porfis no te vayas. -le pidió abrazándolo con fuerza.
El pelinegro la tomó en brazos, suspirando. Le partía el alma cuando la niña hacía eso cada vez que él debía irse, las amaba a ambas rubias con todo su corazón, pero sabía bien que la mayor no correspondía de la misma manera, así que solo le quedaba verlas por un rato todos los días y mantenerse al margen.
-Sari, bonita, debo irme a mi casa a estudiar y tú y tu mamá deben dormir, ¿si? Mañana vendré a verte un ratito en la mañana.
-No, Juggy, estudia aquí, porfis, porfis, pero no te vayas. -se aferró a él.
La rubia mayor suspiró.
-Sarah, Jughead debe irse, no empieces. -intentó tomarla en sus brazos, pero la niña chilló, rompiendo en llanto.
Eso sí que les sorprendió. La rubia se alejó un paso y el pelinegro puso una cara que no tenía precio, totalmente sorprendido. Refugió a la niña entre sus brazos y le besó la coronilla.
-Está bien, pequeña, me quedaré un ratito más. -murmuró, pero la niña no dejó de llorar, lo que sorprendió aún más a la rubia mayor.
Esto nunca había pasado, siempre hacía un berrinche que se basaba en pucheros y chillidos, pero nunca lloraba cuando él debía irse, menos de la forma en la que lo hacía ahora. Parecía destrozada, como si que el pelinegro volviese a su casa le destruyera el alma, como si él le hubiese dicho que no regresaría nunca más.
El pelinegro volvió a la sala y se sentó en el sofá con la niña en brazos, acurrucándola contra él, ella se escondió en su cuello. Betty se acercó a ellos y acarició el cabello de su hija, haciendo que esta suelte un quejido y se encoja en su lugar.