muffins
tercera parte
(desconozco totalmente si se trabaja asi realmente dentro de la realeza, lo plasmado en este os es solo para que todo tenga sentido)
👑
Jughead.
Betty y yo nos levantamos lo más rápido que pudimos al oír la exclamación de mi madre, quien no tardó en acercarse y jalar el brazo de ella hacia un lado para alejarla de mí.
-¡Sabía que era esto lo que venías a hacer al Palacio! Querías este trabajo aquí porque sabías que él te tendría lástima y te protegería, así que no dudaste en aprovecharlo. No eres más que una perra, te quiero lejos del Palacio. No- -interrumpí la diatriba de mi madre, furioso, al ver lágrimas deslizándose por las mejillas de mi dulce ángel.
-¡Basta! No tienes ningún derecho a tratarla de esta manera. Elizabeth está bajo mi protección, madre, cualquier ataque contra ella será respondido por mí. Vete. -ordené.
-De todos modos, no puedes estar con ella. No tiene sangre de la realeza, no es nadie aquí ni para el Parlamento. Adiós. -le dedicó la mirada más helada del universo a Betty, se dio media vuelta y se marchó sin mirar atrás ni por un segundo.
Cuando las puertas se cerraron detrás de mi madre, Betty dejó escapar un sollozo ahogado que me hizo abrazarla contra mi pecho. Comenzó a llorar desconsoladamente y sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos.
Pocos minutos después, mientras yo acariciaba su cabello con suavidad, se alejó de mí y secó sus lagrimas, intentando calmar su respiración.
-Tu madre tiene razón... -mi ceño se frunció automáticamente- no me malinterpretes, no en todo, solo en que, por más que nos gustemos y me muera porque estemos juntos, no podemos. Para la Monarquía, no soy nadie, Jug, y esa es la única verdad. -murmuró.
Llevé una de mis manos hacia su mejilla y la acaricié, inclinándome para besar su frente.
-La única verdad aquí es que, para mí, lo eres todo y yo soy la cabeza de la Monarquía. -murmuré contra su piel.
-No podemos hacer nada sin que el Parlamento lo acepte, Jug. -suspiró.
-Relájate, ¿si? Hallaré la solución, así me cueste meses, pero creo que no necesitaré más de una semana.
Tengo leves sospechas que debo confirmar...
-¿Seguro? -preguntó apegándose a mí.
-Si, Betts. -aseguré.
Ella asintió, tomando una profunda respiración, y yo la tomé por la barbilla para inclinar su cabeza hacia arriba y que me mirara, me incliné para besar sus labios con lentitud.
La suavidad y dulzura de sus labios me envolvió, haciéndome bajar mis manos hacia su cintura para acercarla más a mí, pegando nuestros cuerpos.
-Te amo. -murmuré, separándome levemente.
Senti su sonrisa contra mis labios y mi mundo se iluminó.
