comenten o nos vamos a las piñas 😁
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-Por favor, no. -lloró aferrándose a mi brazo-. No quiero ir, tengo miedo. -musitó en un hilo de voz.Mi bebé...
-Juggy, -llevé mi mano hacia su mejilla para acariciarla delicadamente- es solo un análisis de sangre, son pocos minutos.
-Porfis, mommy -hizo un puchero con las lágrimas bajando por sus mejillas-, en serio no quiero ir, me dan mucho miedo las agujas. -negó.
-Lo sé, cielo, ven aquí. -suspiré, atrayéndolo hacia mí para abrazarlo. Él ocultó su cara en mi cuello, sollozando-. Debes hacerte esto porque es rutinario, mi amor, así podemos saber si estás sano o no. -besé su mejilla.
-No quiero, mommy. -musitó, su respiración era inestable por las lágrimas y los sollozos.
Él realmente le tenía muchísimo miedo a las agujas, más si las veía junto a jeringas para inyecciones. Todo por culpa de la perra de su madre.
-Ya sé que no quieres, amorcito, y de verdad desearía que no tuvieras que hacerlo, pero el doctor dijo que era necesario, no podemos evitarlo.
-Porfis, mami, no me lleves. Yo... yo de verdad no quiero que me hagan daño como ella otra vez, esas agujas hacen mucho daño y se siente muy feo. -lloró más fuerte-. T-te dan ganas de morir.
Lo abracé con más fuerza contra mí. Mis ojos se cristalizaron sin que pudiera evitarlo, recordando todo lo que esa mujer le hizo, gracias a todo lo divino ya se está pudriendo en el infierno. Ella solía inyectarle calmantes para dormirlo y hacerle cosas horribles que no quisiera recordar, por eso es que Jug le tiene tanto miedo a las inyecciones.
-Bebé, en serio, lo siento mucho, pero debes hacerlo. -suspiré cuando sentí su cuerpo temblar-. Amorcito, -me alejé y lo tomé de las mejillas para que me mirara- te prometo que no te harán daño, es más, ni siquiera vas a sentirlo, y yo no te voy a dejar solo. -prometí, secando sus mejillas con mis pulgares.
-¿Pinky? -extendió su meñique hacia mí y yo asentí, entrelazando nuestros dedos para sellar mi promesa.
Dejé un beso en su mano, la cual temblaba, y me levanté.
-¿Vamos? -pregunté y él asintió, dudoso-. Eres el niño más fuerte de mundo, mi amor, lo sabes, ¿no? -él me miró y negó-. Bueno, lo eres. -besé su frente y se levantó.
-Voy a secarme la cara. -susurró con la voz aún débil y asentí, viéndolo irse hacia el baño de la planta baja.
Les juro que se me partía el corazón por verlo así, ojalá pudiera quitarle todo el dolor que llevaba encima.
Su madre ya había muerto hace seis meses y él hacía terapia hace cuatro, pero todo el trauma que llevaba sobre sus hombros aún era una carga muy pesada para un niño de 18 años y, siendo sincera, lo sería para alguien de cualquier edad.
Jug salió del baño ya con la cara seca, pero con los ojos rojizos y se acercó a mí, tomando mi mano. Salimos de la casa y nos dirigimos al auto, que se encontraba afuera, esperándonos. Subimos en el asiento trasero y, ni bien se sentó, Jug se recostó en mi hombro.
-¿Por qué hace berrinche ahora el niño? -preguntó con diversión Thomas, mi chófer y amigo.
Mi pequeño solo lo ignoró. Estaba demasiado callado y eso me inquietaba.
-Thomas, déjalo en paz o voy a golpearte. -amenacé y él bufó-. Recuéstate, mi vida. -le murmuré a Jug y él asintió, acomodándose y dejando la cabeza sobre mis piernas.