La rubia se encontraba sentada a horcajadas sobre su novio con sus labios unidos a los de él, encajados perfectamente y moviéndose al mismo ritmo. El pelinegro pasaba sus manos por la espalda de ella, dejando suaves, pero firmes, apretones.
-Juggy, porfis... -jadeó ella cuando él comenzó a besar su cuello.
-¿Qué pasa, bebé? -murmuró él mientras mordía su cuello con suavidad.
-Necesito que me toques. -musitó con la voz ahogada.
El ojiazul sonrió.
-¿Dónde? ¿Aquí? -pasó sus manos por su espalda. Ella negó- ¿Entonces aquí? -paseó sus manos por sus piernas y ella volvió a negar- ¿Dónde, pequeña? Necesito que me lo digas para poder complacerte. -murmuró en su oído.
La rubia soltó un jadeo. Tomó una de las manos de él, llevándola bajo su falda, y la dejó sobre su intimidad cubierta por sus bragas.
-Aquí... -murmuró.
El pelinegro volvió a besar su cuello mientras hacía a un lado la tela de las bragas de su novia para comenzar a tocarla. Soltó un gruñido al sentir sus dedos resbalar en su humedad.
-Estás muy mojadita, bebé. -jadeó.
Ella gimió en respuesta cuando él la penetró con dos de sus dedos, iniciando un vaivén lento, torturándola.
-Jug, por- -el ojiazul la interrumpió
-¿Cómo me llamaste? -preguntó sacando sus dedos del interior de su novia, haciéndola lloriquear.
-Papi. -se corrigió apresuradamente-. Perdón. -murmuró.
-Está bien, bebé, pero no lo vuelvas a hacer. -acarició sus muslos-. ¿Qué querías?
-Sigue tocándome, papi, porfis. -musitó.
Él sonrió y los volteó sobre la cama, quedando sobre ella. Besó sus labios con pasión apenas contenida, dejándola sin aire. Llevó sus manos hacia el cierre de la falda ajustada de su novia y se la quitó, bajándola por sus piernas.
Hizo un recorrido de besos por estas, hasta sus muslos, donde comenzó a dejar pequeños besos y mordidas, dejando alguna que otra marquita. Ella jadeó cuando sintió su respiración sobre la tela de sus bragas, que él rompió cuando sintió que le estorbaban.
-Papi, mis bragas. -hizo un puchero.
-Luego te compro otras. -murmuró él, llevando su boca hacia el centro de su novia.
Su lengua comenzó a jugar con ese punto lleno de terminaciones nerviosas y ella gimió con fuerza. Jugaba con su clítoris, lamía y chupaba, llevándola al paraíso.
-P-papi, más rápido. -musitó.
Él acató su orden, acelerando los movimientos de su lengua y ahora la penetró con dos dedos. La rubia arqueó su espalda, gimiendo aún más fuerte.
En ese momento, el celular de ella comenzó a sonar, asustándola. Era una llamada de su madre.
-Papi, -gimió- e-es mi m~ah~mamá.
-Atiende. -ordenó sin dejar de hacer su trabajo.
-P-pero papi-
-Elizabeth, atiende el jodido teléfono. -ordenó, esta vez apretó uno de sus muslos con su mano libre.
Ella estiró su mano temblorosa hacia la mesita de luz, donde se encontraba su teléfono, y tomó este. Contestó la llamada y la puso en altavoz.
-¿Q-qué pasó, mamá?