Diez años atrás.
Jughead.-¡Forsythe, vuelve aquí! -chilló Madame Ellsworth cuando salí corriendo del salón.
Me había cansado de oírla hablar sobre la extensa historia de la Monarquía Inglesa, así que decidí distraerla un poco para comenzar a correr fuera del salón de la gran Academia de Enseñanza para Príncipes y Princesas. Un nombres demasiado largo y absurdo. Bajé las escaleras rápidamente y esquivé a un empleado antes de correr hacia la puerta de salida.
Las abrí con rapidez cuando noté que Madame Ellsworth se acercaba, bajando las escaleras.
-Hola, señores. -saludé a los dos guardias de la puerta y ellos asintieron en forma de saludo antes de hacer una corta reverencia.
Caminé con calma muy fingida unos diez pasos para alejarme de la Academia, miré de reojo hacia atrás y vi que Madame Ellsworth hablaba con los guardias.
Bien, momento de correr.
Comencé a correr sin mirar hacia atrás mientras me perdía entre la gente en la gran ciudad de Londres, Inglaterra. El Palacio de Buckingham, al que no quiero ir, está lejos de aquí, así que estoy a salvo de los guardias, aunque no tanto porque siempre están merodeando por la ciudad, son insoportables.
Cuando vi la oportunidad, giré a la derecha y corrí un poco más hasta que impacté contra algo o, mejor dicho, alguien.
-Auch. -murmuró la niña frente a mí.
-Lo siento mucho. -me disculpé como no estaba acostumbrado a hacer y le tendí una mano.
Ella volvió a tomar la pequeña canasta que llevaba y, aparentemente, cayó al suelo luego de nuestro pequeño choque, luego me ofreció una pequeña sonrisa.
-No pasa nada, soy Elizabeth. -se presentó.
Elizabeth tenía los ojos verdes como las hojas de los árboles en primavera, la piel de tez blanca como la nieve y el cabello rubio y brillante, opacando totalmente al sol.
-Yo soy... -No digas Forsythe, tonto- Jughead. -me presenté con el sobrenombre que me pusieron mis mejores amigos luego de una divertida tarde en el Castillo de Balmoral un verano hace dos años.
-¿A dónde ibas con tanta prisa, Jughead? -preguntó con una sonrisa.
-No iba a ningún lado en particular, estoy huyendo de mi tutora. -bromeé y ella rió levemente.
Ese sonido fue angelical, casi se podría decir que mágico. La observé un poco más detenidamente, notando que el vestido celeste que le llegaba hasta los tobillos tenía unas pocas manchas el la falda, su mejilla tenía una mancha de tierra y sus zapatos negros se notaban algo gastados.
-¿Entonces estabas deambulando sin rumbo? -preguntó, sonriendo de lado.
-Más bien, huyendo sin rumbo. Sinceramente, no conozco mucho de Londres, nací aquí, pero no suelo pasear. -suspiré.
Mis padres odian que salgamos de casa sin supervisión y sin cubrirnos de la prensa. Yo odio tenes que cubrirme para salir de los confines del Palacio de Kensington, así que no salgo a menos que sea necesario o para ir a la Catedral.
-¿Estabas huyendo por Londres sin saber a dónde ibas? -sonaba genuinamente sorprendida.
No tenía ni idea de que yo solía hacer estas cosas, huir de mis tutores, guardias y padres era algo así como una especialidad mía.
-Eh... si, iba a explorar hasta que alguien me encontrara. -sonreí levemente.
-¿Siquiera sabes dónde está tu casa? -enarcó levemente una ceja.