sweet destruction
segunda parte🎶
-Betty. -susurró el pelinegro, quedando estático en su lugar.
Ambos se miraron a los ojos durante unos segundos, siendo incapaces de apartar los ojos uno del otro. Esos ojos verdes seguían atrapándolo como lo hacían desde el día uno, así como esos ojos azules la atrapaban a ella.
-Jug, sube ya o no podremos salir de aquí. -la voz de la pelirroja desde la camioneta lo sacó de su ensimismamiento.
-Eh, si, ahí voy. -asintió y, luego de echarle una leve mirada a la rubia, subió a la camioneta.
Las puertas de la misma se cerraron y está arrancó para básicamente huir del montón de fanáticos que se acercaban cada vez más rápido.
-Nosotras debemos seguir nuestro camino, B. Vamos. -la pelinegra tomó la mano de la rubia, quien seguía paralizada en su lugar.
-Eh, si, si, claro. -murmuró, asintiendo.
Ambas continuaron caminando en total silencio. La pelinegra observaba en su celular las fotos que se había tomado con el pelinegro y la pelirroja, sonriendo con emoción al saber que había abrazado al chico que había hecho su vida mejor con su música desde hacía tres años, y la rubia miraba hacia ningún punto en particular, estaba perdida en sus pensamientos. No podía creer que había cruzado miradas con él luego de esos años.
La había puesto nerviosa como nunca antes y no tenía ni idea de por qué.
-Mira, es aquí. -dijo la pelinegra, señalando un club que se encontraba en una esquina, algo apartado.
Lucía lujoso, muy, muy lujoso. La rubia dudaba de que siquiera las dejaran entrar, parecían lugares a los que solo entrarían famosos. Al llegar a la entrada, dos guardias, que lucían como gigantes, las recibieron.
-Buenas noches, identificaciones, por favor. -pidió uno de ellos.
Ambas asintieron y tomaron sus documentos de sus bolsos, entregándoselos a los guardias. Al ver el documento de la pelinegra, uno de los guardias habló por la radio que tenía en su hombro.
-Mackenzie, baja. -dijo al aparato.
-¿Algo anda mal? -preguntó la rubia y la pelinegra negó con una sonrisa.
-Tranquila.
Pocos segundos después, una mujer castaña de baja estatura, vestida con una falda azul marino y un blazer del mismo color, salió del club y miró al guardia que la había llamado.
-¿Qué ocurre, Richard? -preguntó la mujer.
Lo único que hizo el hombre fue enseñarle el documento de identidad de la pelinegra, haciendo que una sonrisa se extienda por el rostro de la castaña y se girara hacia las chicas al tiempo que los hombres le extendían sus identificaciones.
-Señorita Lodge, buenas noches. Siempre es un gusto tener a los Lodge por aquí. -dijo la castaña alegremente-. Vengan conmigo. Por aquí.
La mujer se adentró al club con ambas chicas detrás de ella y las guió por todo el gran salón en el que había gente bailando y otras sentadas bebiendo unos tragos, hacía unas escaleras de mármol.