Una adolescente de cabellos rubios se encontraba escribiendo en una hoja de carpeta una carta de amor, cuando su profesora de literatura se la arrebata de las manos.
-Chicos, chicos, ojalá todos ustedes hiciesen su resumen como Elizabeth. -dijo algo burlona.
La rubia la miró con espanto, cuando la mujer dirigió su mirada a la carta.
-¿Quieres. compartirlo con nosotros? -le preguntó, mirándola. La rubia negó-. Bien, entonces lo haré yo. -se encogió de hombros.
Miró la carta y la leyó mentalmente, para aprendérsela. La rubia sintió como sus ojos se cristalizaron al notar las miradas de todo el mundo sobre ella.
Quería evaporarse con el aire. Sentir la mirada de él en su nuca la estaba matando, ¿Por qué tenía que pasarle eso a ella?
-«Las mejores cosas del mundo, vienen en azul: el mar, el cielo, los arándanos, algunas piedras preciosas y... tus ojos.
Tus ojos son del azul más bonito que haya visto en mi vida.
Las mejores cosas tambien empiezan por J, como el Jazz, Jane Austen o tu nombre. Podría estar horas oyendo tu nombre, extraño, ¿no?
Por más que sepas que existo, sé que nunca me mirarás de esa forma, pero, de igual manera, creo que te amo.De: B
Para:J» -leyó la profesora.Algunos chicos soltaron una risita y las lágrimas de la rubia terminaron de caer. Se levantó de golpe, le quitó la carta a la mayor.
-U-usted e-es ma-malvada. -murmuró y salió corriendo sin notar el hecho de que alguien más se levantó detrás de ella.
Cuando Betty abandonó el curso, Jughead miró a la profesora con molestia.
-¿Quién se cree usted para hacer eso? -espetó.
-Señor Jones, siéntese y haga silencio si no quiere ir a detención.
-No me importa ir a detención, lo que usted hizo estuvo mal y es una profesora y persona horribles. Humillar a una alumna de esa forma puede costarle caro. -advirtió.
Quizá él era un simple chico, pero si le decía a su padre lo que ocurría dentro del colegio con esa mujer, estaba seguro de que tomaría las medidas necesarias.
Miró a su profesora y luego a la puerta por donde se había ido la rubia y, sin pensarlo demasiado, también salió corriendo para ir tras ella. No le importaba lo que pensaran los demás ni sus amigos, nadie, quería saber cómo estaba Betty.
Por otro lado, las lágrimas caían por los ojos de la rubia como cataratas, nada de eso debía estar pasando, él no debía saber nada de lo que pasaba por la cabeza de ella cuando lo miraba desde lejos. Él era popular, ella solo tenía una amiga. Él era el ser más hermoso que ella había visto, ella era tan básica. Él era cuidadoso, amable, sarcástico y divertido, ella era aburrida y para nada interesante. Entró a un salón vacío y se sentó en una esquina, llevando sus rodillas a su pecho y abrazándolas, sollozando contra estas.
Escuchaba voces de afuera, pero las ignoraba. No podía concentrarse en nada más que su vergüenza, él había oído todo lo que decía su carta, seguramente ya no quería ni verla. Quizá no eran los mejores amigos, pero hablaban bastante y ella se conformaba con escuchar su voz todos los días, pero ahora, por esa estúpida profesora, todo se había arruinado.
No levantó la mirada cuando la puerta se abrió mi cuando oyó un suspiro de alivio. Intentaba pasar desapercibida, pero, obviamente, era imposible. Es decir, estaba en una esquina, llorando y hecha bolita, se puede decir que nadie en sus cinco sentidos lo dejaría pasar. Unos pasos se acercaron a ella y alguien se sentó a su lado.