Capítulo 28

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Caitlin Park-Lewis

Aunque suponíamos el motivo por el que debíamos dejar el arma en su casa, no teníamos otra opción, era sacrificar a Gabriel, o condenarnos a nosotros mismos literalmente.
Gabriel le dijo a Alison que la esperaría, a las 22 hs, porque tenía muchos pendientes, nosotros habíamos acordado un plan, y solo debíamos esperar el horario y rogar de que todo salga bien.

Alison estaba preparada, en un bolso dorado de medianas dimensiones, transportaba el arma cubierto por la manta verde de algodón.

-Tengo miedo-susurra Ali no muy convencida, con rostro de preocupación.

-Tranquila, mantente sin nerviosismo, actúa natural -sugiere Mona para tranquilizarla.

Respira profundo, y luego se dirige al departamento de Gabriel, que se encontraba a pocas calles de allí

•••

Alison De Laurentis

La última ocasión en que había mantenido un gesto cordial con Gabriel, fue en la residencia en donde estoy viviendo ahora, fue una linda tarde de risas y bailes. Me mostró un lado de mí que desconocía, o que tal vez ocultaba intencionalmente.
Hoy los roles habían cambiado, él sería anfitrión en esta noche, pero yo siendo consciente de que no nos acompañarán las carcajadas; o la música que impulse el movimiento de nuestros pies al compás de la melodía, sin mencionar también que existe la posibilidad de conocer a su esposa.
La incertidumbre de lo que podría pasar, me destruía por dentro, la ansiedad no se despegaba de mí, y el miedo de lo que el profesor estaría planeando me dejaba sin poder respirar.
Estoy a tan solo metros de la puerta, aún faltan varios minutos para la hora que habíamos acordado, pero sin dudarlo, toco el timbre ubicado en el hall de la edificación.

-¡Hola! Que gusto verte, hace tiempo no sé nada de ti-expresa él con una sonrisa alegre.

-Buenas noches Gabriel, sí lo siento, desde que estoy en el departamento de psicología, a penas puedo respirar.

-Pasa y ponte cómoda. Ya me dirás a que debo esta extraordinaria visita.

-Quería verte. Los últimos días han sido agotadores para mí, y necesitaba de la frescura de tu presencia. Discúlpame sino estuve en contacto contigo después de esa tarde, pero como te digo, me dejé consumir por el trabajo.

-Entiendo perfecto, aunque como digo, es importante el descanso y el tiempo libre...veo tus ojos un poco cansados, dime que quieres que hagamos-propone él mirándome mientras noto como le brillan sus ojos.

-No lo sé, solo vine un instante para despejar mi mente. ¿Tu esposa se encuentra? pregunto cambiando de tema para que no me proponga salir de la casa.

-Ella se fue. Nos divorciamos-explica un poco cortante.

-Lo siento, no sabía.

-Tranquila, en el fondo sabía que nuestro romance no iba a perdurar en el tiempo, ni siquiera intentar mantener una relación abierta nos sirvió.

Pero ese fue el momento de máxima tensión, al escuchar el planeado sonido del timbre del otro lado de la sala.
Él fue hasta ahí, yo sabía que era mi momento, pero no quería hacerlo.

Tomo mi bolso, lo abro, y extraigo de allí la manta con el arma, me levanto del sofá, y comienzo a buscar rápidamente un sitio en donde dejarlo.
Por seguridad busco un sitio bastante alto, veo un estante cerca del umbral de la puerta que separa dos ambientes de la casa; el comedor y la cocina. Sin pensarlo mucho lo dejo ahí, tratando de no hacer ruido, y sin dejar ningún rastro para volver al lugar donde estaba sentada.

-Lo siento, un repartidor me trajo esta orden de pizza, le dije que se había equivocado pero insistió. Como ya estás aquí, pensé en pagarle ¿ahora te quedarás no?-pregunta entre risas.

-No podría negarme-asiento tratando de verme alegre, ocultando la culpa que tengo en este instante.

Los PerfeccionistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora