Conde Masters

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El conde Roronoa no estaba muerto como creía Nico Robin, que casi se desmaya por primera vez en su vida, cuando el Conde entró al iluminado salón de baile. Todo lo que la rodeaba giraba lentamente mientras luchaba por reponerse de aquella emoción. Lo último que esperaba descubrir en su vida era que Roronoa estaba vivo.

La impresión fue cediendo poco a poco, mientras una embriagante sensación de alegría inundaba su ser. Aunque nunca lo había visto, había pasado dos semanas ardientes aprendiendo todo lo que le fue posible sobre el Conde, antes de introducirse en la sociedad disfrazada de su amante.

Lo más inquietante que había descubierto durante el curso de su estudio fue que aquel era el hombre de sus sueños; hombre que ella podría haber amado como jamás hubiera amado a otro: era su hombre ideal.

Hubiera esperado que él permaneciera para siempre como la figura de sus más íntimas fantasías. Pero ahí estaba él, un ser real y lleno de vida. Y cuando él supiera quién era ella y lo que había hecho, con seguridad la despreciaría.

__ ¡Dios mío no lo puedo creer!- murmuró uno de los presentes- Roronoa está aquí

Robin observó en silencio al hombre de poderosa musculatura que descendía por la escalera alfombrada de azul luciendo una natural arrogancia. Una parte de ella se sintió anonadada al darse cuenta de que sencillamente era tal como ella lo había imaginado, de cabellos vibrantes, un orgullo distante, un hombre que vivía sus propias reglas. No podía creer lo que sus ojos veían.

Tampoco podían creerlo los demás. La escena en el salón de baile permaneció en total quietud durante un segundo. La multitud ahí reunida interrumpió su conversación. A Robin le parecía como si aquellas damas engalanadas con brillantes vestidos y aquellos hombres tan elegantes se hubieran visto atrapadas en una gota de ámbar líquido que por un momento se hubiera endurecido, aprisionandolos a todos. Aún las llamas de las enormes velas que pendían de la enorme araña de cristal parecieron quedar rígidas por un instante.

Un segundo después, el ámbar se volvía líquido otra vez y liberó a sus cautivos. Tras ese estado de inmovilidad, las relucientes criaturas empezaron a revolotear como insectos brillantes, y una incontenible emoción iluminó sus ojos expectantes.

Robin sabía que provocaba tanta expectativa en aquellos que la rodeaban. Esperaban una escena, un escándalo del que se hablaría por días. Sabía además que la sorpresa de la multitud ahí reunida provenía del hecho que nadie esperaba a Roronoa aquella noche. Se suponía que estaba fuera de la ciudad, en uno de sus largos viajes para visitar sus propiedades.

Desde luego, nadie pensó que él aparecería ahí para enfrentarse con su ex-amante.

Solo Robin y aquellos que estaban a su lado creían que estaba muerto. La nota del chantajista lo había afirmado. Aquella misiva había dejado claro a la tía de Robin, Shakky, Lady Shakuyaku, sería la próxima en morir si no cumplía las órdenes de ese villano.

Estaba claro que el chantajista había mentido. A fin de aterrorizar a la pobre tía Shakky, se había aprovechado de las circunstancias de que Roronoa no estuviera en Londres.

Con el espíritu divido entre la euforia y la desesperación, Robin observó cómo Roronoa, implacable, se acercaba y se dio cuenta que todos sus cuidadosos planes habían quedado de pronto reducidos a un total caos.

Una nueva clase de desastre la amenazaba, un desastre que la afectaría a ella y aquellos que vivían a su lado y la amaban. A Zoro no le gustaría nada saber que tenía una amante a quien jamás habia conocido. Una amante que, ademas, había dejado que todos creyeran que iba a la caza de un sustituto.

__ ¡Roronoa tiene siempre tanto coraje!- Lord Brook, con rostro espectral y tan delgado como un cadáver, se llevó la copa de champagne a la boca y la vació de un solo trago- Jamás creí que se presentaría a ningún salón donde estuviera Lady Estelar. Es terriblemente humillante.

Lady Estelar [EN EDICIÓN][ZoRobin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora