Capítulo 19:

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«Un regalo» 

DARIEN:

—¿Vas a continuar sin dirigirme la palabra? —murmuré juguetón, a lo que ella continuó ignorándome, mirando hacia la ventana. Mientras detrás de nosotros, sentí que Mich se colaba entre nuestros asientos.

—Ustedes sí que me sorprenden. No llevan ni un día de casados, y ya están peleándose.

—Él es el culpable —murmuró de inmediato mi mujer, apuntándome sin siquiera mirarme. Provocando que yo riera.

—¿Yo? Pero sí solo llamé al colegio para decirle que no te encontrabas en condiciones de asistir —me encaró.

—¿Y quién te dio tal derecho para hacer eso? —achiqué los ojos y aprovechando que el semáforo estaba en rojo, me incliné hacia ella lo más que pude debido al cinturón de seguridad, y acerqué mi rostro al suyo.

—Me parece que fuiste tú. Cuando te casaste conmigo.

—Me casé contigo, pero no te da el derecho —alcé una ceja.

—Te equivocas. Tengo todos los derechos, preciosa —gruñó.

—Hasta parece que sólo por eso lo hiciste —sonreí algo titubeante. Pues, aunque estaba lleno de arrogancia por nuestro reciente matrimonio, y todo el combo de beneficios que me llevaba con ello, también estaba nervioso. Pues una vez más había recurrido a ocultarle las cosas a mi ahora esposa, para obtener otro beneficio extra.

***FLASHBACK***

««—Hijo, esto tan repentino que haces, me refiero a casarte así de repente, no es por las acciones, ¿Cierto? —murmuró mi padre, escrutándome con la mirada a través del espejo de cuerpo completo que había en mi vieja habitación, que estaba en casa de mis padres. Una habitación que tal vez desde hace años que no pisaba, y que por única ocasión lo había hecho, para dejarle el departamento a disposición de mi chica y de todas las personas que estarían alrededor de ella, preparándola para el gran momento. Y no iba a mentir, me sentía un tanto nostálgico al estar aquí, pues sentía como si fuese una despedida a ese antiguo Darien.

—No, cómo crees —murmuré con una risilla. Nervioso por la mirada que me echaba; Y es que tenía razón. Porque sí ansiaba casarme con Serena. Aunque hubiese preferido no hacerlo así tan apresurado para que ella pudiera organizar su boda a su antojo e invitar a quien quisiera. Pero, debido a lo molesto que ha sido Rubeus, un disque amigo de papá, y queriendo ayudar para quitárnoslo de encima, había apresurado las cosas, usando la vil excusa de que no podía vivir separado de mi mujer. Lo cual como dije era cierto, pero no en su totalidad.

—Darien, hijo, dime la verdad —insistió con seriedad, a lo que yo solté un profundo suspiro que me delató. —Hijo, no debiste... —me giré hacia él, y coloqué una mano sobre su hombro.

—Papá, no te sientas mal por mis decisiones.

—Hijo, cómo no quieres que me sienta mal si actúas de esta manera, y solo por no verme disgustado o en problemas.

—No lo tomes así. Terminaría casándome tarde o temprano con Serena. Eso no cambia en nada. Sólo digamos que adelanté mi momento de felicidad —resopló.

—Aja, sí. ¿Y qué pasa si Serena siente que todo esto que haces es solo una treta para quedarte con sus acciones? ¿Crees que te lo perdonará? —«Esperaba que así fuera.» Aun así, hice una mueca al pensar que pudiese pasar lo contrario, a lo que él palmeó mi mejilla con cariño. —Hijo, ya basta de tantas mentiras, de engaños y de ocultar las cosas. ¡Ya tienes más de treinta años, por dios! Necesitas madurar.

ATRAPADA POR EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora