Capítulo 22:

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«Lazos de sangre»

—Ya hay noticias de Mina. Y al parecer no son nada buenas —como era de esperarse, me puse en alerta. Pero me mantuve aparentemente tranquila sobre su regazo, sin despegar la cabeza de su hombro. Escuchando cada cosa que me decía, mientras mis ojos, (que se empañaban poco a poco en lágrimas), no dejaban de ver hacia el cristal de su estudio, observando como las nubes se pintaban cada vez más negras anunciando una fuerte lluvia.

—Quiero ir a verla —fue lo primero que murmuré, cuando pude hacerlo. A lo que él guardó silencio un momento, antes de musitar suavemente.

—Mi amor... entiendo que quieras hacerlo. Y comprendo si te sientes afectada por esto que acabo de decirte, porque tú, a diferencia de ella, jamás has dejado de verla como tu verdadera hermana. Para ti, ella es y siempre será tu hermana mayor, aunque ella no opine lo mismo. Así que, es más que lógico que quieras brindarle apoyo y estar para ella en estos momentos en que tanto lo necesita, pero, no sé si el que estés ahí con ella sea una buena idea. Porque puede que ella no opine lo mismo —murmuró sin dejar de acicalar mi cabello. Y es que, enterarme de lo que le había sucedido a Mina me desestabilizó y me dejó perpleja. Quería ir a verla pronto. No me importaba lo cruel que se ha mostrado siempre con nosotros, o todo lo malo que ha hecho. Yo quería mostrarle mi apoyo. Decirle que estaba incondicionalmente para ella; Pero en el fondo sabía, que mi esposo tenía la razón. Por mucho que yo me esforzara en apoyarla, nada me garantizaba que Mina fuese a cambiar su opinión sobre mí, después de esto que le pasó. —Ya no quiero que te humille o te diga más ofensas. Mucho menos ahora que eres tan susceptible por el embarazo. Solo entiéndeme. Me importas. Y tengo miedo de que te lastime verbalmente, diciéndote cosas hirientes y crueles —continuó diciendo, a lo que yo exhalé profundo. Y tragué saliva un par de veces para aliviar esa angustia que se había alojado en mi garganta desde que supe la noticia.

—Yo... yo lo entiendo, mi amor. Pero de verdad quiero verla —insistí, a lo que él suspiró con resignación al ver que por más que me dijera, no me haría cambiar de parecer.

—Está bien. Respeto tus deseos, preciosa. Solo.... permíteme acompañarte, ¿Sí? —por fin me despegué de su hombro y tomé su rostro entre mis manos.

—De verdad entiendo tu preocupación, pero no puedo hacer eso que me pides. Restregarle nuestra felicidad en la cara sería un acto demasiado cruel. Más ahora que ella está en estas circunstancias. Así que no puedo. Sabes que, por más daño que ella me ha hecho, yo no soy capaz de hacerle lo mismo.

—Pero... de verdad tengo miedo de lo que te llegue a decir —acaricié sus mejillas con mis pulgares.

—Sé que mi corazón es el mismo. Sé que la bondad y compasión es algo que no puedo quitar de mi sistema, pero créeme. No soy la misma de antes. Tal vez no lo parezca, pero he madurado mucho más que cuando tuve mi primera ruptura. Soy mucho más fuerte de lo que fui cuando sucedió ese feo suceso entre tú y yo. Así que no voy a dejar que me lastime tan fácilmente como antes. Confía en mí —asintió, pegando su frente a la mía.

—Tienes razón. Mi dulce y compasiva esposa. Esa eres tú. Y por eso me tienes así de enamorado —sonreí, cuando restregó la punta de su nariz contra la mía. —De acuerdo. Confiaré en ti. Iremos y te dejaré entrar sola a su habitación. Pero yo te acompañaré y estaré afuera por si me necesitas. ¿Okey? —asentí. —¡Ah! Y una cosa más. Prométeme que harás caso omiso a sus palabras. Prométeme que no dejarás que te afecten —colocó su mano contra mi abdomen. —Pero, sobre todo, recuerda que ya no solo debes estar bien por mí, sino también por nuestro bebé —sin poder borrar mi sonrisa, dejé un pequeño beso en sus labios.

—Aunque quisiera no podría olvidarlo. Porque son ustedes los que me han hecho esta nueva mujer fuerte y valiente —tras aquella charla, mi marido y yo nos preparamos para salir del departamento e ir por uno de los cinco autos que presumió que tenía, y que permanecían estacionados en su cochera privada. Partimos en un Mercedes Benz negro, al que insistió en que me subiera pues los otros autos deportivos se le hacían demasiado inseguros para mí. Y más con este clima lluvioso. (Ya saben, por la cuestión del bebé.) Luego durante el recorrido al hospital, llegó a un Starbucks en donde me pidió un caramel macchiato y un sándwich, para que comiera algo. Mientras él simplemente se había comprado un expreso, pues según decía que no tenía hambre. Pero, aunque hacía lo posible por sonreírme y mostrarse amoroso, yo podía notar lo nervioso y preocupado que estaba por el encuentro que yo tendría con mi hermana. Así que, aunque se negaba a probar algo más que el café, lo convencí de comer pequeños bocadillos de mi propio sándwich. Pero, sobre todo, en cada semáforo en rojo que nos tocaba, trataba de distraerlo de sus inquietos pensamientos, y relajarlo con besos y palabras dulces que él sin dudarlo aceptó. Así fue como en poco más de una hora, justo en el momento en el que la tormenta se desataba, llegamos al hospital Valley Hospital Medical Center. Que era donde habían trasladado a Mina, después de encontrarla gravemente herida en una carretera casi a las afueras de Nevada. Y tras pedir informes, fuimos recorriendo los pasillos tomados de la mano y encontrándonos casi de inmediato a Andrew, que agotado hacía guardia en la sala de espera. Y aunque agradecía su presencia servicial, sentí pena por él, pues con tantas cosas que han pasado no le hemos permitido descansar bien. Pues yo sabía que su trabajo, más que ocuparse de lo que ocupara Darien o mi suegro, era trabajar arduamente en el hotel. Más ahora que es accionista. Por lo que esto, era excesivo a lo que realmente le tocaba hacer. Así que di un ligero codazo al costado de Darien, obteniendo de inmediato su atención. A lo que, tras una mirada, señalé hacia su amigo. —Prométeme que le darás unos buenos días de descanso después de que todo esto pasé —me sonrió, antes de acercarme más a él, besando mi frente.

ATRAPADA POR EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora