Cap. 21: Chicos de Tokio.

184 31 1
                                    


No podía explicar lo decepcionante que fue el no haberse topado ya con Chuuya. Y es que en el primer día estando allí, se dio cuenta de que ni siquiera sabía de qué parte exactamente de Hiroshima era el pelirrojo. A la vez, era aliviador no encontrarse con él, puesto que estos dos días se las estaba dedicando a Fyodor.

Amaba a Fyodor, o al menos eso creía. Se sentía cómodo en compañía suya y era bastante calmado, en todo. Aunque fuera más sensible que él, siempre terminaba por adecuarse a Dazai.

— ¿En qué piensas, amor?— Preguntó curiosamente, al darse la vuelta y notar como éste no dormía.

— En tí. — Concluyó, acercandose a besarle los labios. —Gracias por traerme hasta acá para que descanse.

El contrario sonrió conmovido y se acercó a él, acurrucandose en su pecho, Dazai le acariciaba la espalda. Ambos se durmieron.

  A la mañana siguiente, era el segundo día. Por lo que Fyodor preparó un montón de actividades. Desde el santuario, el zoológico, el museo de arte; hasta el Castillo de Hiroshima. Comenzaron un largo recorrido a pie, porque según Fyodor, las cosas se disfrutan más a pie.

Realmente ajetreados y divertidos por todo el trayecto que hicieron, casi a las siete y media de la noche concluyeron en ir a cenar para finalizar su día. 

— Vayamos a este lugar, está un poco lejos pero es bastante conocido por aquí.— Señaló en el mapa de turista que tenía en la mano, mientras explicaba a su muy cansado novio sentado en la banca de un parque— Dicen que pintan retratos de sus clientes, y el lugar está lleno de obras. Lindo, ¿no crees?

Dazai, aturdido por el viaje a pie, no le dio mucha importancia al lugar, solo quería cenar e irse a dormir.

— Sí, sí. Pero nos pediremos un taxi, me van a salir callos. — Fyodor soltó una carcajada ante el quejumbroso novio que tenía, y sacó su celular para pedir el taxi en una aplicación.

El lugar estaba a veinte minutos de su ubicación, por lo que el viaje no les salía nada barato, y esto, aunque ninguno se quejaba, a ambos les dio un sabor amargo en el estómago. Era como si presintieran que la comida de aquel sitio les caería pesado, o como si el finalizar ese viaje sería un problema para ambos. Tal vez estaban exagerando.

O tal vez no.

Dazai se dio cuenta entonces, que nada fue exageración, porque al momento de entrar divisó en la esquina derecha del lugar, a un muy concentrado pelirrojo que pintaba a una pareja frente a él. Su estómago se revolvió al notar la cálida mirada apagada de Chuuya, sonaba tan cursi admitirlo, pero a sus ojos, Chuuya nunca habría tenido esa mirada, como si fuera una vela intentando seguir prendida mientras los vientos fuertes de la noche la amenazaban.

Sus labios se apretaron inconscientemente. Chuuya ya no lucía como el chico salvaje que alguna vez le inspiró a crear algo. Abandonó el sueño que le gritó a todo el mundo que cumpliría y volvió hasta allí a pintar cuadros. Dazai sentía que en parte, había sido su culpa.

— Menos mal que no vinimos a pie, hubieramos llegado en una hora— Suspiró Fyodor sonriendo— ¿Dónde nos sentamos?

— Buenas noches y bienvenidos, señores. — Saludó una elegante dama, recibiendolos e indicandoles el camino— el restaurante está algo lleno, les pido disculpas por tardar en recibirlos, estábamos armando más mesas.

— No se preocupe— Dijo Fyodor, sin borrar su sonrisa. Una vez ambos se sentaron, le pidió a la mujer, de nombre Kouyou, que le trajera agua y se dirigió a mirar a su novio, quien estaba perdido hace un buen rato, mirando sin disimular al chico que pintaba retratos— ¿Lo conoces?— Preguntó finalmente.

Dazai entonces, volvió en sí.

— No. Está completamente desconocido para mí. — Afirmó, notando que esto último lo dijo en voz alta. Pero el contrario, quien no preguntaba demasiado nunca, aceptó aquella respuesta.

— Entonces, ¿quieres pintarte un retrato conmigo? — Ofreció, con los ojos tan brillantes que el pecho de Dazai dolía.

Tendría que tragar sus emociones y fingir no saber quién era aquel pelirrojo, tendría que hacerlo por Fyodor.

— Pero primero cenemos, ¿te parece? — Ante el asentimiento del pelilacio, revisaron el menú y continuaron su velada.

Mientras tanto, en la cocina del lugar, una muy emocionada Kouyou estaba charlando con el chef del lugar.

— Tachihara, de verdad que esos dos son diferentes a los hombres de Tokio que vinieron aquí. Son realmente sexys. — Soplaba su rostro con su abanico de mano velozmente, mientras seguía— Deberias verlos. Ambos son bastante altos, bien definidos. ¡Ay de mí que sean pareja!

— Dices eso de todos los de Tokio, Kouyou, yo era de ahí y dijiste lo mismo.— Giró los ojos.

—¡Mentira! De tí nunca dije que fueras alto. — Se burló, recibiendo una mirada cansada de su amigo, quien estaba cortando tomates antes de ser interrumpido.

Justo en ese momento, la campanilla de la mesa donde estaban ubicados los hombres, sonó.

—¡Tu oportunidad! — Gritó Kouyou, sacandole el delantal, el gorro y el cuchillo a su amigo y dandole su libreta de anotaciones. — Ve a tomarles la orden para conocerlos.

Suspiró. No habia forma de negarse a la mujer. Caminó con pasos cansados hasta la mesa y cuando levantó la vista, se horrorizó.

Reconoció al instante a Osamu, quien por lo que pudo notar, también lo reconoció a él. Pero ambos fingieron- al menos Tachihara intentó- que no sabían de la existencia del otro.

— Su orden, p-por favor.

Una vez regresó a la cocina, fue recibido por una Kouyou bastante emocionada.

—¿Y?¿Verdad que están guapísimos?

—Kouyou— Suspiró— El hombre castaño es Dazai.

Fue un balde de agua fría lanzada directamente a su rostro.

—¿Ese Dazai? ¿Él... — Su corazón se estrujó, cuando recibió un asentimiento sin tener que terminar la frase.

— Esperemos que Chuuya no lo haya notado aún.

Petit MuseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora