Cap. 23: Regalo.

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— Ustedes lo sabían— Concluyó, llevando una bola de arroz a la boca.

Estaban sentados los tres, cenando en el sepulcral e incómodo silencio, hasta que el pelirrojo soltó aquello.

— No hay otra explicación.

— Chuuya, lo lamento pero... ¿qué querias que hiciéramos?— Se defendió su hermana— Obviamente no íbamos a ir campantes a contarte que el chico que te rompió el corazón, hijo del hombre que mató a nuestros padres, estaba sentado cenando junto a un apuesto extranjero en nuestro restaurante.

— Debieron hacerlo. Yo no habría hecho nada.

— Se nota— Comentó sarcástica, recibiendo un gruñido contrario.

Chuuya se levantó de la mesa y fue a lavar su plato, retirándose a su habitación un rato después. Cuando al fin se fue, Tachihara soltó todo el aire que tenía atorado.

— No va a quedarse de brazos cruzados,¿verdad?

— No lo hará.

Ambos jóvenes continuaron comiendo, bastante agotados con la situación.

Chuuya por su parte, obviamente no se quedaría a dormir, no podría ni si quisiera hacerlo. Necesitaba verlo, hablar con él.

Tenía que disculparse.

Prácticamente fue él quien lo abandonó, y aunque sus motivos eran válidos, la culpa lo carcomía. ¿Era coherente, incluso, lo que pensaba hacer?

Ver a Dazai y disculparse solo era su forma de acercarse a él e intentar volver a sentirlo. ¿Seguiría siendo el mismo de hace un año atrás? ¿Puede una persona cambiar tanto en ese lapso de tiempo?

Esperó a que su familia se durmiera y salió, yendo a lugares donde solían frecuentar los turistas. Lo buscó durante una hora, y cuando los pies comenzaron a dolerle, se rindió.

Su cabeza dolía de pensar. Tenía tantas preguntas, tantas cosas que quería hablar con él. Se levantó para seguir buscando, pero el frío, combinado con el miedo que le daba la noche, lo hizo retroceder un poco.

Ya estaba ahí, se convencía, debía terminar o por lo menos buscar un poco más y volver a casa.

Para calmar la soledad(combinado un poco con miedo a ciertos sonidos que le jugaban en contra) comenzó a tararear una canción. No se sabía bien la letra, pero sí la melodía suave, lenta. Caminaba al ritmo de ella, mirando en ciertos espacios cuando sentía que alguien lo observaba o seguía.

Sus pies se congelaron en el momento que estuvo frente a su delirio. Concluyó entonces, que ya era tarde.

¿Era realmente él?

Quería pellizcarse y saber si estaba soñando.

Notó que no era el único y sonrió. Debía animarse a hablar, para eso fue a buscarlo.

— Tanto tiempo, Dazai. — Soltó entonces, aguantando su desborde emocional para parecer mas fuerte de lo que realmente se sentía.

Dazai no disimuló, muy por el contrario.

—¿C-chuuya?— Tartamudeó, con un hilo de voz. —¿Qué haces aquí?

— Es mi ciudad. — Se rió el más bajo.

— Eso ya lo sé, pero... la hora y además...

Silencio. 

— ¿Quieres...? — Suspiró, sin saber cómo tratar al contrario. Se sentía como volver a hablar con un extraño. Su pecho golpeó ante eso— ¿sentarte?

Dazai solo pensaba en lanzarse sobre él, abrazarlo, besarlo, tocarlo. No lo había superado ni mucho menos, se dio cuenta de eso con aquel tono en la voz de Chuuya, como si tuviera que conocerlo otra vez. Le dieron más ganas de acercarse a él. Apesar de eso, tenía que pensar más allá.

— Creo que lo más prudente sería que no.

— Eso pensé.

  El silencio volvió a reinar entre ambos.

— Yo... — Dijeron al mismo tiempo, volviendo a callar para conceder la palabra al otro.

— Habla, por favor— Dijo Dazai.

— No, no es tan importante. Tú primero.

— Chuuya, habla. — Suplicó. Este último suspiró, rendido. Al fin y al cabo, fue él quien buscó a Dazai primero.

— Lo... — Su lengua se rehusaba en pronunciar el resto, y su orgullo se vio roto— Siento. Lamento haberte dejado.

Pero lo que ganó, recompensó todo lo perdido anteriormente.

—No hay nada que perdonar, petit.

Aquel apodo que retumbaba en sus pensamientos en las noches dónde más lo extrañaba, finalmente volvió a escucharlo. No soportó más al notar como Dazai sonreía, todavía parecía algo incrédulo de que realmente estuvieran hablando.

El mismo Chuuya se contenía de llorar desconsolado y lanzarse sobre él.

— Aún así...— Dijo, una vez se estabilizó de lo escuchado—  yo no te perdono a tí nada de lo sucedido aquel día. Solo acepto que fue inmaduro irme y tirar tu trabajo a la basura.

— No te pediré que me perdones.— Chuuya levantó una ceja. Suspiró y continuó— Mi padre es un buen hombre, sigo manteniendo la postura de hace un año.

— Comprendo... — Bajó un poco el tono de voz al contestar, algo decepcionado.

— Además... ahora tengo pareja y...

Fue interrumpido por los grandes ojos azules que se abrieron más, incluso, al escuchar eso último.

— ¿El chico extranjero, entonces, es tu novio?— Dazai asintió— Es muy bonito. — Sonrió con desgano. Aquello le dolió, le dolió en el alma.

Dazai y él nunca habían formalizado, pero sus sentimientos no necesitaban una etiqueta así de básica como lo era el noviazgo. Aún así, Chuuya sabía que la etiqueta "novios" conllevaba responsabilidad y hacía que te tomaran como una prioridad, no un pasatiempo. ¿Por qué aquel extranjero sí pudo formalizar con él? ¿Por qué justo él, de todos los hombres del mundo?

No era justo. No lo era.

— Se llama Fyodor. De hecho... volvemos mañana a casa. — Su corazón se estrujó ante lo dicho. Notó que Chuuya frunció el labio y se tocó algo nervioso el cabello.

— Ya veo. — No pensó mucho cuando de sus labios se escapó su excusa perfecta para no dejar a aquel castaño irse tan pronto cómo hablaron— ¿Y si mañana van al restaurante a desayunar y les regalo una pintura juntos?

Hasta él se sorprendió de su oferta, mas ya no era momento de retroceder.

—¿Estás seguro? — Preguntó Dazai, incrédulo hasta los huesos.

— Sí. Será mi manera de pagar la deuda contigo. — Sonrió. — Además, me gustaría conocer a Fyodor.

El castaño no estaba seguro si sería buena idea. Pero al llegar a su hotel y acomodarse en la cama, pensó en que aquello sería la oportunidad perfecta para estar cerca, un tiempo más, de Chuuya. Además, Fyodor le había insistido en que quería un cuadro pintado por Chuuya y él lo arruinó por completo.

—Amor— Susurró, despertando despacito al ruso— Mañana quiero desayunar fuera del hotel.

— ¿Y eso?— Su voz salió ronca, somnolienta.

— Será una sorpresa. — Besó su mejilla y se acostó, dándole la espalda al ruso. Éste enredó sus brazos por él, abrazándolo por la espalda.

Petit MuseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora