Una mano me estaba tocando la entrepierna. Otra me produjo una quemadura en el brazo. La voz de Lucian, se aproximó a pocos centímetros de mis oídos.—No lo sé —murmuré—. No lo sé, no lo sé, ¡no lo sé!
Le sobrevino un dolor en la boca del estómago.
Desperté. El corazón me bombeaba fuerte en el pecho, y la frente la tenía perlada de sudor. Observé agitada el resto de mi entorno, y al comprobar que no estaba en esa oscuridad, inhalé una bocanada profunda de aire.
Había sido una pesadilla. Otra maldita pesadilla.
Me restregué el sudor de la cara, y noté que mi cuerpo estaba envuelto por una enorme toalla. Y no sólo eso, sino...
Me vino un intenso dolor de cabeza.
Gemí.
—Despertaste.
Miré en dirección a la puerta del baño. Lia me contemplaba mientras se pasaba un peine por el cabello.
—Más temprano de lo acostumbrado —dijo.
Me costó enfocarla a detalle. La luz brillante del sol traspasaba las blancas cortinas de nuestra habitación, obligando a mis ojos a entrecerrarse hasta acostumbrarme a la luminosidad. Desconocía la hora que era, pero supuse que eran más de las doce del mediodía.
—¿Qué pasó?
—Nada de lo que tengas que preocuparte —Lia se concentró en el espejo para acomodarse el pelo. Me recordó un poco a Wen, aunque en Lia el cabello rebelde le quedaba mejor—. Pero vinieron a verte.
La miré esperanzada.
—No es por las chicas, me temo —aclaró.
Me desinflé.
—¿Otro periodista?
—No. Sabes que Helena no lo permitiría.
Era cierto. A ella nadie le iba quitar su historia.
Lia volvió al cuarto del baño, mientras yo espantaba los últimos restos de aquel sueño y dilucidaba lo que estaba pasando. Sentía pulsaciones en el cráneo, aunque no podía adivinar si era debido al trago de la noche anterior o a la luz. Permanecí con la mirada clavada en un punto en la pared. A mi alrededor la habitación seguía en caos, a pesar de los esfuerzos de Lia para mantenerla en orden. Una cama matrimonial, un tocador pequeño con espejo, la puerta que daba al baño, un mueble para colgar ropa y una enorme ventana con pequeña terraza que tenía vista al jardín trasero del hotel.
No estaba en casa, sino en ese hotel pacífico y tranquilo donde pasar un periodo de vacaciones, o donde pasar inadvertida, dependiendo de cómo se viera.
Lia regresó al cabo de pocos minutos con un vaso de agua y una pastilla. Me entregó ambos en silencio, y mientras pasaba el líquido por mi garganta seca, escupió:
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Liberada | Bilogía Mentiras #2
General FictionSegundo libro de la bilogía "Mentiras" El pasado duele. El presente es un error. Y el futuro es incierto. Samanta Grove ha conseguido lo que quería: huir. Pero el precio que pagó para lograrlo fue demasiado alto. En medio de todo el caos que gira su...