Segundo libro de la bilogía "Mentiras"
El pasado duele.
El presente es un error.
Y el futuro es incierto.
Samanta Grove ha conseguido lo que quería: huir. Pero el precio que pagó para lograrlo fue demasiado alto. En medio de todo el caos que gira su...
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El departamento de Derek me llevó a pensar en mi antiguo hogar.
No a la casa de Lucian, aquel sitio no podría considerarlo hogar de no ser por las chicas. No. Más bien, me recordaba a mi antiguo apartamento, aquel donde había vivido tantos años con mi padre, lo cual era ilógico, ya que, aunque eran casi lo mismo en cuanto al tamaño, por lo demás estaban lejos de parecerse.
El departamento de Derek se veía nuevo, incluso olía a pintura recién aplicada. Todo estaba limpio y pulcro, las paredes no tenían ni una mancha de dedos ni de comida.
El de mi padre, en cambio, siempre había estado impregnado de un olor a comida rancia, caducada después de meses sin tirar; el bote de basura había llegado a su límite, con envolturas y pedazos de pollo frito a su alrededor. El lugar lo recordaba sucio, o más bien, recordaba que siempre había algo que limpiar y que ninguno de los dos se preocupaba por hacer, excepto cuando mi padre me exigía ordenarlo como si se tratara de un método de castigo, y cuando no lo hacía bien ante sus ojos, el castigo pasaba a algo físico.
Pero el departamento de Derek no sólo olía a pintura fresca, también estaba impecable. De no ser por los objetos decorativos como algunas tazas sueltas y libros apilados de forma aleatoria, hubiera creído que era imposible que alguien viviera allí.
Hacer esa comparación me recordó de dónde venía, quién era, las cosas que había hecho, y eso me hizo sentir que aquel no era mi sitio.
—La señora Norris es quien me renta este pequeño espacio —dijo Derek cuando abrió la puerta y me invitó a pasar—. Ella vive en el primer piso junto a las escaleras. En cuanto la vea le avisaré que ya estás aquí.
Me giré hacia él. No me había movido del arco de la puerta, y Derek, por su parte, no esperó a que aceptara su invitación para entrar, sino que fue directo al pequeño espacio de la cocina para depositar mi bolsa de ropa e ir por un vaso de agua.
—¿Sabía que vendría? —me escuché decir, aunque la verdadera pregunta era: ¿sabe quién soy?
Derek se volvió hacia mí, y tal vez comprendió lo que quería decir en realidad, porque respondió:
—Te presentaré como una compañera de trabajo —sonrió amigable—. Tú escoge el nombre.
Después de eso retomó su búsqueda de un vaso de agua.
Por increíble que fuera, aquella idea me reconfortó un poco. Pensar que podía ser otra persona tal vez pudo haber sido un tema delicado en el pasado, considerando que por mucho tiempo debí fingir ser alguien por órdenes de Lucian, pero en ese momento no lo sentí así. Lo veía como una tentadora oportunidad para empezar de cero, ¿y por qué no?, de utilizar un arma de Lucian en su contra, eso le haría más difícil dar conmigo en caso de que lo intentara.
Me animé a adentrarme al apartamento.
Poco después de la cocina y dividida por una barra de madera y un banquillo, se encontraba una mesa sencilla acompañada de pequeñas sillas, ninguna de las cuales era lujosa. De hecho, daba la impresión de que todo había salido de tiendas de segunda mano. Desde el enorme sofá pegado a la pared, hasta el gran librero de madera vieja lleno de libros.