Segundo libro de la bilogía "Mentiras"
El pasado duele.
El presente es un error.
Y el futuro es incierto.
Samanta Grove ha conseguido lo que quería: huir. Pero el precio que pagó para lograrlo fue demasiado alto. En medio de todo el caos que gira su...
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—¿Dónde está Lia?
El detective Jayson ni siquiera volteó a verme.
—Ella no vendrá. Sólo requerimos su presencia.
Días habían transcurrido desde la visita de la madre de Derek, y aunque todavía sentía la presión de las paredes, además de la reticencia de mi cuerpo para relajarse, debía admitir que por fin me hallaba cómoda con él. La rutina funcionaba de maravilla, y la noche de películas seguía vigente.
Aunque también las pesadillas.
Sin embargo, cuando el detective llegó de improviso y pidió que lo acompañara, no dudé en hacerlo por inercia. Derek estaba a punto de marcharse cuando el hombre llegó, así que al ver que seguía sin terminar mi desayuno, insistió en envolverlo para que lo comiera en el camino.
Desgraciadamente lo mantuve sin tocar.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—Ya lo verá.
La incertidumbre me dejó inquieta. No era por haber encontrado a las chicas, la ausencia de Lia lo confirmaba. Tampoco creía que insistiría en entrevistarme en su pequeño cubículo debido a lo inefectivo que había sido en otras ocasiones. ¿Era acaso por el señor Elliot?
—¿Se trata del hermano de Lucian? —pregunté nerviosa.
Tanto el detective como el oficial al volante fingieron no escucharme.
Preferí pensar que la falta de respuesta era debido al mal humor, tal vez odiaran responder preguntas cuando era claro que no me dirían nada hasta llegar a nuestro destino, pero aun así sentí retortijones. Observé por el paisaje y mientras la vista de la ciudad discurría rápidamente, pensé en que, aunque había huido de casa, continuaba siendo retenida en un mismo sitio. Ni siquiera había podido recorrer las calles de esa nueva ciudad por precaución. Tampoco es que supiera a dónde ir, mucho menos tenía dinero. Mis conocimientos de la zona eran por lo tanto limitados, no obstante, hubo un cambio en el ambiente que se me hizo familiar.
La ciudad dio paso al bosque, y por dos eternas horas estuvimos rodeados por una densa vegetación, a excepción de la larga carretera de asfalto. Exactamente no sabía dónde nos encontrábamos, pero no tenía que ser una experta en geografía para saber que mi intuición no me engañaba. Cuando pasamos cerca de un par de cordilleras, y un camión de autobús pasó por nuestro lado, a ambos los reconocí de inmediato
—Me está llevando a Dollsville.
—No precisamente.
—A la casa. —Me tensé sobre mi asiento—. ¿Por qué? ¿Qué más hace falta ver allí?
Nuevamente quedé sin respuesta.
Por los amantes, ¿por qué tenía que volver a ese lugar?
La confirmación de nuestro destino me dejó helada el resto del camino. Incluso cuando el auto se desvió y se introdujo en un delgado caminillo que ya me conocía de memoria fui incapaz de moverme. Mi respiración se hizo irregular, y mis manos se aferraron a la manija de la puerta.