Contemplé el reloj de aguja que estaba colgado en la pared. Me imaginaba el sonido del tic tac debido a que estaba descompuesto, utilizado solamente como parte de la decoración. Tampoco tenía nada de especial, y aun así no podía evitar mirarlo fijamente en cada sesión. De alguna forma me relajaba, me hacía pensar que no estaba loca, que el tiempo avanzaba y que en realidad, lo que sea que me estaba sucediendo dentro de esas paredes era totalmente normal.Una sensación que perdía más veces de las que me hubiera gustado contar.
Dafne me miraba paciente. Tenía un esbozo de sonrisa amigable, y de vez en cuando anotaba algo en sus papeles de apuntes. No sabía qué era exactamente lo que veía en mí, sobre todo cuando las sesiones se trataban únicamente de mantener la calma en silencio. No hacía nada, ella se limitaba a observar o anotar más cosas en su pequeña libreta. En un principio su completa calma había sido desesperante, pero a esas alturas conseguía inspirarme confianza.
Era agradable. Me daba la tranquilidad de no presión. Me concedía mi tiempo, incluso cuando pasaba la hora entera y no decíamos nada. Eso me gustaba.
Esta vez habíamos dejado correr treinta minutos ese silencio apacible. Debido a que no dejaba de escribir, temí que ese fuera el día de preguntas. En esos días no podía evitar odiarla un poco.
Se removió, revisó sus apuntes y dejó a un lado su negra pluma.
Mierda. La había visto lo suficiente como para saber lo que eso significaba.
Así que me preparé mentalmente antes de que lanzara la primera piedra.
—Bueno, Sam. ¿Puedes contarme qué tal te fue el día de ayer?
Esperé el golpe de dolor, la convulsión y el cierre de mi propia garganta por la falta de aire. No sucedió, en su lugar, alcancé a respirar hondo, lo más hondo que pude.
Tragué antes de formular mi respuesta.
—Bien.
Dafne sonrió. Era su manera de decirme que estaba avanzando. Mi respuesta le complacía. Al menos no me había quedado callada.
—Excelente. Y dime, ¿hiciste algo nuevo? ¿Conseguiste ganarle a Lia en una partida de cartas al fin?
Dos preguntas, y una de ellas larga. Pero eran inofensivas, no tenían relación con todo el tema en el que giraba mi vida en ese instante. Podía responderlas.
Lo intenté.
—No. Sigue ganándome, aunque noto que comienza a aburrirle. Ella y Jayson por fin están saliendo.
Mis palabras la emocionaron. No sólo era un tema de conversación del cual podía sacar provecho para hacerme más preguntas, en verdad se alegraba por Lia. A mí también me emocionaba, me sentía bien por ella. Aunque no podía evitar que también me entristeciera.
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Liberada | Bilogía Mentiras #2
General FictionSegundo libro de la bilogía "Mentiras" El pasado duele. El presente es un error. Y el futuro es incierto. Samanta Grove ha conseguido lo que quería: huir. Pero el precio que pagó para lograrlo fue demasiado alto. En medio de todo el caos que gira su...