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Capítulo doce

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Capítulo doce

Nunca había manejado tan rápido

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Nunca había manejado tan rápido. No dudaba que, si algún inspector de tránsito se cruzaba en mi camino en aquel momento, me pondría una multa enorme. Había excedido el límite de velocidad desde que salí de la joyería y no me había detenido en casi ningún semáforo o senda peatonal.

La hora simplemente se me había pasado. No fue algo intencional el haberme perdido la segunda ecografía del limoncito verde, pensé que el tiempo me iba a dar justo para prepararle una sorpresa a Sara y poder asistir a su chequeo médico, pero cuando agarré el celular y vi la hora y la cantidad de llamadas perdidas y de mensajes que mi hijo y ella habían dejado, entendí que ya iba demasiado tarde.

Entré al barrio privado donde se encontraba mi casa y apreté el acelerador un poco más hasta que estuve frente al portón. El guardia de seguridad no tardó en asegurarse de que efectivamente se tratara de mí y abrió, permitiéndome entrar. Todo lucía demasiado tranquilo, más presentía que esta era la calma antes de la tormenta.

Conocía demasiado bien a Sarita como para saber que no iba a decir ni una sola palabra al respecto, pero su rostro expresaría su malestar. Y tenía todo el derecho a estar enojada, pero no sin antes escuchar el motivo de mi tardanza.

Dejé el auto encendido, agarré el bolsito que había llevado al campus y le lancé las llaves al chofer para que él se encargara de llevar el vehículo al garaje. Subí los escalones de dos en dos y abrí la puerta con prisa, esperando encontrarme a mi mujer y los niños en la sala de casa. Sin embargo, tan pronto como mi mirada recorrió el lugar, noté que se encontraba vacío y sin rastro alguno de que ellos hubieran estado acá.

— ¿Sarita?

La llamé en voz alta con la esperanza de que apareciera por la puerta de la cocina o del playground, pero no hubo caso.

—Está arriba —Emma se apoyó en el maco de la puerta de su habitación y señaló el elevador con la cabeza—. Sé que tiene que haber una explicación, vos no desaparecerías así de la nada.

—La hay, lo juro —Dije, caminando hacia el ascensor—. ¿Está enojada?

—Está feliz, creo —La vi encogerse de hombros antes de que las puertas se cerraran—. ¡Suerte!

𝗙𝗮𝗺𝗲 𝟮 |𝗡𝗲𝘆𝗺𝗮𝗿 𝗝𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora