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Capítulo trece
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— ¿Qué te gustaría hacer para tu cumpleaños?
—No sé, algo tranquilo...
—Eso dijiste el año pasado —Recordé, mirándolo de reojo desde mi lado de la cama—. Y terminamos festejando durante toda una semana.
—Se me salió un poco de las manos —Sonrió culpable, recostándose sobre su costado izquierdo para quedar frente a mí—. Pero este año será diferente, podemos simplemente organizar una cena entre amigos.
—Me parece bien, si querés ya puedo ir haciendo la reserva en el restaurante que elijas.
—Elígelo tú, cualquiera está bien para mí —Suspiró, mirando al techo, evitando cruzar la mirada conmigo a toda costa—. ¿Papá no te ha llamado?
—No, no he tenido noticias de él desde navidad.
—Hablamos todas las semanas, al menos tres días —Dijo con la voz entrecortada—. Y aun no me pregunta por la palta, no le interesa saber si está sano, si ya hemos hecho las ecografías correspondientes, si ya elegimos un nombre, nada...
Me volteé para quedar frente a él, apoyando el codo sobre la cama y mi cabeza sobre mi mano derecha. Él seguía con la mirada perdida en algún rincón de la habitación, pensando en la poca atención que su padre le estaba dando. Siempre había sido así, desde que Neymar y yo comenzamos a salir y su padre se mostró descontento con la decisión, se alejaron.
La relación se había enfriado y, aunque traté de ayudar para que volviera a ser al menos una parte de lo que fue en su momento, no hubo caso. Neymar padre no cooperaba y Junior ya estaba cansado de hacer todo lo posible para agradarle.
No era así como un hijo debía vivir, empujándose hacia el límite solo para complacer a un hombre que jamás iba a tener suficiente. Nunca iba a lograr satisfacerlo porque su padre proyectaba todas sus frustraciones y faltas en él, y él vivió opacado por aquello durante muchos años.
Ahora estaba formando su propia familia. Tenía la oportunidad de hacer las cosas diferentes, de ser el adulto que él necesitó cuando era un niño. Estaba esperando a su segundo hijo en una familia unida, se había casado y había sentado cabeza. Junior quería hacer las cosas bien. También quería tenerlo a su lado para celebrar sus victorias, pero eso ya era mucho pedir para un tipo que lo único que le importaba era el dinero que su hijo le hacía ganar solo por entrar a una cancha.
