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Capítulo treinta y uno
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—Buen día... —La voz de Neymar se hacía más clara a medida que se acercaba—. Feliz día, amor.
Me removí con pereza, intentando acomodarme sobre la cama lo máximo que mi panza me permitía. Ayer había entrado a los ocho meses y mi estómago ya había tomado el tamaño de una sandía. Tenía la sensación de que si continuaba creciendo en algún momento iba a explotar.
Ni siquiera podía mantenerme de pie durante mucho tiempo porque la espalda baja comenzaba a molestarme y la cintura me punzaba al igual que los pies. Bostecé, cansada, y pestañé levemente para acostumbrarme a la luz que entraba a través de las cortinas.
Lo primero que vi fue a mi marido cargando una bandeja con una variedad de comida para desayunar. Luego dirigí la vista a Emma, que sostenía un ramo de flores enormes y dos cajas.
—Buen día —Murmuré, tomando impulso con mis manos para poder sentarme. Neymar dejó la bandeja sobre la mesa de luz y me ayudó, acomodando las almohadas detrás de mi espalda—. Gracias.
—Feliz día, Sarita —Emmi se acercó para darme un abrazo y luego me extendió los regalos—. Este es el primer día de muchos, espero que lo disfrutes y que sea como soñaste.
—Gracias —Sonreí, aceptando la caja pequeña que me estaba dando—. ¿Qué es?
—Lo elegí con Anto, a ella le hubiera gustado venir, pero tenía trabajo pendiente en Miami.
Abrí la caja, encontrándome con una pulsera de plata con dos dijes en el mismo color. Uno era un círculo con mi inicial y el otro era una madre con su bebé.
—Todavía no nos dijeron cómo se va a llamar mi sobrina —Emma le dio una rápida mirada a Neymar que negó y se encogió de hombros, dándole a entender que ni siquiera él sabía qué nombre le pondríamos—. Así que el dije va a quedar completo cuando tengamos esa información.
—Está muy linda —La acaricié con la yema de mis dedos, sintiendo su textura, y luego extendí el brazo derecho para que mi hermana me la colocara—. Muchas gracias, Emmi, me encantó. Luego le voy a escribir a Anto para agradecerle también.
