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-que estresante es esto loco!- se quejó frustrada la peliteñida al ver que la conexión seguía fallando y no podría subir la presentación a tiempo.

-boluda cálmate, no te hagas mala sangre al pedo, debe estar fallando en todo el club.

Lola le pasó un mate a su amiga, rogando que la rubia pudiera subir las presentaciones de su ex a tiempo.

-encima no me puedo equivocar en nada, un error y llaman a "Anita"- reprochó con asco la menor.

-tiene una pinta de trola- admitió Lola.
-ascendente en puta tiene esa.
-tenes razón, cuchame una cosita, salíamos hoy?

Martina se lo pensó demasiado, hace tiempo no salía, pero ya era momento de volver de a poco a vivir la vida y dejar de deprimirse por una persona que ya no la amaba.

-si, pero primero déjame que rompa está mierda.

La castaña estaba orgullosa de que su amiga lo estaba logrando, pero prefería guardar silencio y reírse de la mala racha que estaba teniendo Martina en estos momentos.

Unas pequeñas punzadas en el vientre de Martina captaron por completo su atención, ese dolor de nuevo...

-Lola, me voy yendo a casa, necesito bañarme.

-anda tranquila, más tarde te alcanzo.

Después de saludar a su amiga, salió rápidamente de aquella cancha que tanto se había memorizado en ese tiempo de estadía.

El dolor no cesaba y sus nervios complicaban bastante el camino a casa.

Una vez allí, dejó su bolso en el piso y corrió rápidamente al baño.

-mierda...

Sangre, mucha sangre.

Intento no pensar demasiado, se baño eh acostó en aquel sillón negro que tanto amaba.

Su cabeza le solía jugar en contra este ultimo tiempo, era como si le gustara hacerse sufrir a ella misma, masoquismo.

Ella estaba arta de no poder ponerle un fin a esta historia, a veces solía dudar de que tan miserable se había vuelto su vida. Se enamoró, la traicionaron; quedó embarazada, tuvo que ocultarlo; consiguió un trabajo de fotografía en uno de los mejores clubes y ahora su ex y esa patética fotógrafa se lo estaban por arrebatar.

Ya le dí mil vueltas, a veces solo hay que cortar el hilo.

Volvió a sentir ese dolorcito en el pecho cuando tomó esa decisión que sabía que la iba a romper en mil, pero en el fondo sabía que era la mejor.

Sacó de su bolsillo su celular y empezó a redactar aquella carta de renuncia que nunca creyó escribir.

Si seguía escapando, las cosas empeorarían, era momento de decir la verdad.

y tal vez

solo tal vez

volver a

casa...

Nada |Enzo Fernández|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora