Recuerdos del pasado

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Capítulo 6
Recuerdos del pasado.

—Hace 18 años.

En una fría noche de invierno, en medio de una calle vacía y en penumbras, los únicos sonidos que rompían el inquietante y desolado silencio eran el suave viento y los pasos apresurados de un pequeño niño de cabellera oscura. En sus brazos, el pequeño sostenía cuidadosamente algo envuelto en una toalla, algo que resultaba ser un bebé.

El aire frío de la oscura noche parecía congelar la respiración del pequeño cada vez que respiraba, sus mejillas estaban rojas al igual que sus pequeñas manos. --Lo siento, pequeña--, pronunció mientras abrazaba a la niña aún más fuerte contra su pecho para protegerla del frío. --Mi padre no quiere que estés en su casa. Pero no puedo dejarte en la calle--,añadió el pequeño de no más de ocho años, con tristeza, mientras seguía abrazando a la pequeña para calentarla.

Como si pudiera entender lo que el pequeño le había dicho, la bebé empezó a llorar, inundando la calle con el sonido de sus gritos.

—No llores, pequeña — dijo el pequeño meciéndola para intentar calmarla—. Solo estarás en este orfanato por un tiempo. Prometo que regresaré por ti. Siempre volveré por ti — susurró el niño, intentando tranquilizarla.

Los pasos del niño se detuvieron lentamente frente a un enorme edificio de puertas de color café. Sigilosamente, el niño se acercó a las puertas del lugar y dejó a la bebé que llevaba en brazos dentro de una pequeña canasta rosa frente a las puertas del orfanato. Antes de irse, tocó varias veces la puerta para llamar la atención del personal del lugar y asegurarse de que encontraran a la pequeña. A continuación, se marchó corriendo y se ocultó detrás de unos arbustos para esperar a que la bebé estuviera a salvo.

No transcurrió mucho tiempo antes de que las imponentes puertas del orfanato se abrieran de par en par, emitiendo un molesto chirrido. Una mujer alta de aspecto dulce, que no aparentaba más de treinta años, salió en busca de la persona que había llamado a la puerta con tanta energía. La mirada de la mujer viajó por los alrededores del lugar, buscando al responsable de tocar la puerta, pero no encontró a nadie. Al no encontrar a nadie, se disponía a marcharse, pero sus ojos se fijaron en la bebé cuando ésta comenzó a llorar. Rápidamente, la mujer se agachó y tomó tiernamente a la bebé entre sus brazos. Atentamente examinó a la pequeña en busca de alguna pista que le ayudara a saber de dónde provenía la niña. Al hacerlo, solo descubrió en su pequeño cuello un colgante que decía "Leah".

Aquel recuerdo seguía rondando una y otra vez en la mente de Aamon, atormentándolo cada vez que sus ojos se cerraban para descansar. El recuerdo nunca estaba claro y él siempre despertaba antes de descubrir la identidad de la pequeña, pero esta vez lo había logrado. Ese sueño que se repetía en su mente como un bucle había llegado a su fin.

¡Despierta... Aamon!

A la par de un estruendo fuerte causado por un trueno, Aamon se despertó abruptamente, completamente cubierto de sudor. Su respiración estaba agitada debido al sueño que lo atormentaba noche tras noche, como un bucle sin fin. Nunca imaginó que, después de tantos años, se encontraría de nuevo con la bebé que había dejado años atrás, aquella fría noche de invierno en las puertas de ese orfanato. Sin duda, esta era la razón por la que sentía una extraña sensación de familiaridad con Leah.

Segundos después de incorporarse por completo tras haber despertado abruptamente, tocó con una de sus manos el lugar donde se suponía que Leah debía estar, percatándose al instante de que ella no estaba a su lado.

Su corazón, que ya latía con fuerza, intensificó aún más sus latidos al percatarse de la ausencia de Leah. Buscándola con la mirada, se encontró con las cuerdas cortadas que antes la mantenían aprisionada al respaldo de la cama. "Mierda, mierda, mierda", repetía, gritando con impotencia y desesperación en su voz. Sin pensarlo un minuto más, salió de aquella habitación como alma que lleva el diablo. Escudriñó a su alrededor, manteniendo la esperanza de que ella todavía estuviera allí, sin embargo, todo se derrumbó al ver la puerta totalmente abierta.

Aamon Walton -Editando ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora