La belleza de la muerte

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Capítulo 8
La belleza de la muerte

Leah se encontraba a tan solo un paso de su ansiada libertada. Solo un paso más y sería libre. La luz de la salida se podía ver, estaba tan cerca que podía sentirla. La adrenalina aumentaba con cada pisada y la euforia se apoderaba de su ser.

Por fin el infierno terminaría o almenos eso pensaba. Sus pasos se detuvieron de golpe al ver una persona con un arma en la mano. Le apuntaba a ella. Estaba bloqueando su camino.

—No pensé que fueras tan cruel. Mi querido amigo está prácticamente dando la vida para salvarte y de esta manera le pagas —dice, con una sonrisa lobuna—. Y dicen que nosotros somos los malos.

En tono de súplica, la castaña dijo: —Déjame ir, por favor.

—¡Guarda silencio!— exclamó Sebastian. La tomó del brazo, llevándola nuevamente al interior del túnel.

[...]

Rato después…

La castaña se encontraba nuevamente en casa de Aamon. Estaba tendida en el suelo mientras abrazaba sus piernas. Estaba molesta con sigo misma por no haber podido escapar.

El inquietante silencio del lugar fue interrumpido por un estruendoso sonido en la puerta. Era el pelinegro. La castaña se estremeció con solo verlo y toda su sangre se enfrió. El pelinegro estaba cubierto de heridas y moretones por todo su cuerpo. Todo había sido causa de la pelea…por ella.

Lentamente se levantó del suelo intentando no hacer ruido. Con la mirada baja fue tras él. Sus pies se movían aunque su cuerpo no lo hacía. Era como si supiera que estaba apunto de entrar al infierno.

—¿Estás bien?— preguntó, en un susurró.

—¡Cállate puppet!— grito, furioso.

Se acercó hasta la castaña y la tomó bruscamente del rostro, haciendo que lo mirará.

—¡Estaba arriesgando mi puta vida por ti y tu lo aprovechaste para intentar escapar!— exclamó, con la voz llena de ira.

La tensión en el ambiente era palpable. Los ojos de la castaña se de llenaron de lágrimas mientras los eléctricos ojos grises de Aamon se clavaban en sus iris oscuras como cuchillos. Sabia que había cometido un error al intentar huir, pero también sentía que no tenía otra opción.

El soltó su rostro con brusquedad y dio unos pasos hacia atrás, tratando de controlar su enojo. La adrenalina corría por sus venas y su corazón latía aceleradamente.

—¡¿Qué, ahora vas a llorar?!.¿Te sientes culpable?— grito, empujándola—. ¡Mierda todas las personas son iguales!. Te abandonan cuando no te necesitan.

El pelinegro rascaba su cabello frustrado. Estaba envuelto en furia. Aún así hacia su mayor esfuerzo tratando de calmarse, aunque sea un poco.

—¿Sabes, puppet?— la mira con recelo—. Estas poniendo mi mundo de cabeza desde que llegaste. Debí matarte desde el principio. Ni siquiera se porqué no lo hice.

En medio de sollozos, la castaña dijo con la voz entrecortada:—P-perdón.

—¡Deja de disculparte! ¡Mierda,  me vuelves loco! ¡¿Por qué diablos apareciste en mi vida?!—dijo el pelinegro, con un tono de frustración.

La castaña levantó la mirada, sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas encontraron los de Aamon que desprendían irá en su máximo esplendor.

El pelinegro observó la habitación en silencio, su respiración agitada era lo único que rompía el calmo ambiente. Los objetos rotos y dispersos a su alrededor eran el resultado de su ira descontrolada, una manifestación física de su frustración. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, no deseaba hacerle daño a ella.

Aamon Walton -Editando ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora