Capítulo 1

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Aloy se despertó de repente como de una horrible pesadilla, abriendo mucho los ojos y cogiendo aire instintivamente, con el mismo sentimiento de si hubiera estado mucho tiempo sumergida en el agua y necesitase respirar. Al hacer esto sintió una molestia en las costillas. Le dolía la cabeza, tenía la vista borrosa y, al tratar de incorporarse notaba dolor en todo el cuerpo. Gruñó justo antes de sentir la ausencia de peso sobre su cuerpo, lo que significaba que no llevaba armadura. Estaba agotada y desorientada. A pesar de que no llevaba armadura, su cuerpo se sentía pesado y entumecido. Numerosos flashbacks de las batallas que había librado los últimos meses embarullaban su mente: fuego, explosiones, las sofisticadas instalaciones de los Zenith, máquinas feroces, el caldero GÉMINIS, muerte... Un pensamiento cruzó su cabeza. Recordaba la batalla, y su final, alegre a pesar de que lo más complicado aún estaba por acontecer, pero en su mente llegaba un momento en el que todos los recuerdos se volvían confusos. ¡Los Zenith! ¡Seguro la habían capturado y ahora estaría rumbo a saber hacia dónde! Soltó otro gruñido y se llevó temerosa la mano a la oreja. Dejó escapar un grito ahogado al ver que en ella no había nada.

—¡Aloy! —le sobresaltó una voz masculina. Trató de mirar alrededor, pero no lograba enfocar nada. Se quejó mareada y echando la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. La persona estaba a contra luz y el brillo la deslumbraba. Escuchó pasos que se acercaban hacia ella. Alterada, intentó ver quién era, esperando tener que defenderse de un ataque. Su vista comenzaba a recobrar calidad. Miró a su alrededor, confirmando de esta manera que alguien se acercaba adonde estaba ella.— ¡Has despertado! —pero no lograba distinguir más que una mancha difusa.

—¡Devuélveme mis cosas, maldito! —dijo con un tono duro e implacable. Cualquier mínimo rastro de temor que pudiera mostrar sería vuelto en su contra.— ¿Trabajabas para Tilda? ¿Intentas seguir lo que ella quería? —cuando aquel borrón con silueta humana estuvo más cerca, ella trató de incorporarse adelantando los brazos en posición de defensa. Una mano cálida y amable sujetó su hombro y suavemente volvió a tumbarla. Al instante, reconoció quién era.

—Aloy, s-soy yo... Avad, no... no sé de quién hablas. —dijo el Rey Sol tratando de infundirle serenidad, sentándose en el borde de la cama, a su lado. Aún postrada, sin su armadura ni sus armas, se veía amenazadora— Tranquila, todo está bien, no... no voy a hacerte daño. — dijo algo asustado por su reacción.

—¿A-Avad?¿Dónde estoy? ¿Y mi foco? ¿Mis armas? ¿Dónde están mis cosas? —preguntó desconcertada queriendo localizar todas sus pertenencias.

—Todo lo que traías está aquí, incluido... ese artefacto que siempre llevas. —dijo refiriéndose al foco— Estás a salvo, y todas tus cosas a buen recaudo. —ella suspiró algo más aliviada, pero no menos confundida— ¡Por el Sol, Aloy, no sabes lo que me alegro de ver que estás bien! —exclamó el monarca rodeándola con fuerza en un fugaz abrazo— Estaba tan preocupado...—la Nora, sin esperarse que él fuese a reaccionar de aquella manera, no supo cómo actuar, quedándose inmóvil mientras sentía el rubor acumularse en sus mejillas. Aquel abrazo le causaba una dualidad de sensaciones, por un lado le incomodaba, pero a la vez se sentía muy a gusto en sus brazos. Además, él... ¿Cómo podía oler tan bien? Aloy inspiró profundamente llenando sus pulmones del agradable aroma de Avad. Estar en sus brazos le resultaba... extrañamente reconfortante. Tan rápido como el rey la había abrazado, se alejó carraspeando— Disculpa, estaba... muy preocupado porque no despertabas. —expresó bajando la mirada. ¡¿Por qué había hecho eso?! Aquella acción había sido más que incorrecta según el protocolo. Ella le dedicó una sonrisa sincera y compasiva.

Después de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora