Capítulo 18

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Tres toques interrumpieron el momento. Aloy carraspeó y se incorporó bruscamente soltándose de las manos de Avad.

—Voy a... a a-abrir... —dijo incómoda apartando la mirada de él.

—¿Qué tal, ha comido algo? —preguntó Marad cuando la puerta le fue abierta.

—S-sí —contestó evadiendo el contacto visual con el rey.

—¿Cómo te sientes ahora que has cenado algo? —preguntó dirigiéndose al monarca, notando en ese momento que había algo tenso en el ambiente.

—Mejor... —respondió con timidez.

—Ya verás cómo pronto te recuperas. He venido a llevarme los platos.

—Yo te acompaño. —se apresuró a decir Aloy— Mi cena se ha enfriado, así que aprovecharé para calentarla.

—Vale, vamos. —dijo cogiendo los platos usados. Marad abandonó la habitación seguido de Aloy, quien iba sin poder sacarse un pensamiento de la cabeza. ¿Habían estado a punto de besarse, o simplemente él estaba demasiado cansado y confuso como para entender lo que había estado a punto de pasar? Lo mejor sería regresar como si no hubiese pasado nada, para que las cosas no se tensasen entre los dos. Si era un malentendido lo mejor era olvidarlo.

Avad se quedó mirando al techo sumido en sus pensamientos. Su intención era declararse, no que ella huyese despavorida... Suspiró. Tal vez no había sido el momento más indicado para intentar hablar con ella, pero había sentido un gran impulso por asincerarse... Lo que estaba claro era que había salido realmente mal. Y así su cabeza fue hilando pensamientos hasta regresar al incidente con los cernícalos y los Eclipse. Al llegar, Aloy lo encontró con la mirada perdida en algún punto del techo.

—¿Estás... bien? —preguntó tímidamente mientras terminaba de vendarse el brazo sin poder sacarse de la cabeza el pensamiento de qué habría pasado si Marad no hubiese interrumpido.

—Sí... —respondió volviendo a la realidad apretándose la frente con una mano— Pensaba en... el Anillo del Sol y todo lo que ha ocurrido estos días. —la Nora se sentó a su lado.

—Lamento muchísimo todo lo que ha pasado... Te duele mucho la cabeza, ¿Verdad?

—Ah... Sí... —lamentó.

—Prueba a tomar algo más de agua, he traído una jarra. Si sumas la tensión con la falta de agua y comida, la insolación... Es la combinación perfecta para un buen dolor de cabeza. —entonces, retiró la toalla de su cabeza y la extendió en el aire para enfriarla. Después, la dobló como estaba previamente— Toma, ahora estará fría de nuevo. —cariñosamente, la situó sobre su frente haciendo un poco de presión con su mano.

—Gracias. —respondió con una sonrisa amable, pero sin mirarla a la cara.

—Creo que deberías descansar, pareces agotado. —dijo mirándole con compasión.

—Ahh... —suspiró— Hicieron g-guardias día y noche para... asustarme si me dormía...

—Serán desalmados... No me lo puedo creer. —contestó enfadada. El monarca asintió y se quedó con la mirada caída— Voy a quedarme por aquí. Si necesitas algo pídemelo, ¿Vale?

—Si no te parece mal... Me puedo echar a un lado y te puedes quedar aquí conmigo, y... así no tienes que dormir en el sofá... Creo que... ambos necesitamos un lugar cómodo donde descansar. —propuso tímidamente— Pero solo si te parece bien, claro... No quiero que te sientas obligada... o... incómoda. —añadió recordando cómo se había ido minutos atrás. Ella sonrió amablemente y aceptó su invitación.

—Vale, muchas gracias, pero primero voy a ayudarte a tumbarte. Iré muy despacio para no hacerte daño.

Con mucho cuidado le envolvió con los brazos y, poco a poco fue inclinando su cuerpo hasta que quedó horizontal, con la cabeza apoyada en la almohada manchada de sangre, que previamente había dado la vuelta para que no le molestase. Sería mejor cambiar todas las sábanas al día siguiente, ya que seguramente las mancharía más esa noche. Él frunció el ceño y trató de ahogar alguna que otra queja mientras la Nora lo ayudaba. A pesar de que Aloy le estaba moviendo con muchísimo cuidado, le dolía todo. Tardaría en poder moverse sin sentir que se iba a romper en pedazos al menos una semana...

—Ya está. —dijo arropándole cariñosamente. Después, se tumbó también suspirando por el dolor de sus costillas— Ambos nos hemos ganado un merecido descanso.

—¿Tú... cómo estás? Todos se han preocupado por mí, pero tú también estás herida. —preguntó volviendo la cara hacia ella— El atronador te dio muy fuerte, tuve miedo de que te hubiera hecho daño.

—Ahora que me he curado las heridas estoy mejor, pero las costillas necesitarán de nuevo algo de reposo. —explicó dedicándole una amable sonrisa— Creo que aún estaban algo débiles como para soportar un golpe como aquel. —luego añadió— Gracias por ser tan atento.

—Creo que nunca terminaré de agradecerte todo lo que has hecho por mi, Aloy.

—No te preocupes por eso, ahora céntrate en descansar. —susurró con dulzura.

—Buenas noches. —deseó tiernamente en medio de un bostezo.

—Buenas noches, Avad. —respondió con amabilidad.

Entonces, Aloy apagó la iluminación de la habitación. En cuanto se quedaron totalmente a oscuras, la respiración del rey se volvió lenta y profunda. Claramente se había dormido instantáneamente.

 Claramente se había dormido instantáneamente

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Después de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora