Capítulo 24

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La Nora agarró con fuerza su mano sana para darle el último empujón. Había tenido que ir saltando por otras dos aletas después de subir aquella escalera. Finalmente, estaba allí arriba. Las piernas le temblaban y estaba bastante asustado. En cuanto pisó el metal pudo sentir como la gran base de metal del gigante se movía con cada paso que daba bajo sus pies, así que cayó de rodillas aterrado. Cerró los ojos con fuerza y trató de calmarse sintiendo cómo temblaba apoyado en aquella inestable base de metal mientras gotas de sudor bañaban su frente. Ella se sentó a su lado para apoyarle.

—No pienses en dónde estás, más bien mira a tu alrededor. —dijo Aloy colocando una mano en su hombro— Si miras hacia fuera en vez de a la cabeza, sentirás todo mucho más estable. —Avad se sentó en la base de metal y se aproximó a la cazadora para sentirse más seguro, después observó el bosque. Las copas de los árboles comenzaban a adquirir un tono ligeramente anaranjado, reflejo de la luz del sol crepuscular. De fondo, se veían las montañas y la Aguja, difusas entre la niebla y las nubes color rosado, adornadas con una bandada de pájaros que surcaba el cielo justo en ese momento. Era lo más bonito que había visto nunca, y eso que aún quedaba un buen rato hasta la puesta de sol, cuando el espectáculo sería realmente mágico. Poco a poco y al ver qué seguía de una pieza, se fue calmando.

—¡No me puedo creer que esté aquí arriba! —gritó eufórico sin poder creérselo. Aloy sonrió al verlo tan feliz.

—Ya te dije que realmente merecía la pena... desde que subí mi primer cuellilargo, se ha convertido en una de mis actividades favoritas. Desde aquí se pueden ver muy bien los alrededores y la vista es... diferente a todo lo que había visto antes. —explicó— Quería compartirlo contigo. —añadió tímidamente. Él le sonrió, y se quedaron unos minutos en silencio admirando el paisaje.

Aloy suspiró. Había llegado el momento de hablar con él. Durante unos instantes estuvo debatiendo consigo misma si abrirse o no con Avad. Después de todas las situaciones y el rechazo que había vivido desde su niñez, jamás se mostraba vulnerable, ni confiaba en los demás mostrándoles sus sentimientos y convicciones más profundas. Pero realmente el viaje por el Oeste Prohibido le había cambiado. Había dejado de percibir sus sentimientos como un estorbo, como algo que la apartaba de su deber, al igual que al principio había sentido que ser una Nora sería más un lastre que una ayuda. Desde pequeña la habían rechazado, y se mostraba invulnerable hacia todo el mundo. De esa manera estaba protegida. Suspiró. A pesar de todo eso, sentía una gran necesidad de mostrarle a Avad cómo era realmente, de salir de ese papel de guerrera invencible que se había visto obligada a tomar. Después de cargar con el peso de su misión sola durante tanto tiempo hasta incluso desfallecer, se había apoyado en sus amigos, todas esas personas que había conocido durante su viaje y cuya ayuda había resultado crucial. Desde que había pisado por primera vez el palacio había sentido una conexión con el monarca, la cual cada vez se había ido intensificando con el tiempo, con cada vez que coincidían. Además, desde había despertado de nuevo allí, habían pasado tanto tiempo juntos y habían superado graves peligros, que aquellos lazos que los unían se habían vuelto verdaderamente profundos. Finalmente, se giró hacia el Rey Sol, y suavemente apoyó su mano sobre la de él. Avad, al sentirlo, la rodeó con sus dedos y la agarró— Avad... —lo llamó— Me... gustaría poder hablar contigo... —expresó temerosa sintiendo un escalofrío de temor sacudir todo su cuerpo.

—Aquí estoy. —respondió apartando su atónita vista del paisaje para volverse hacia ella con una amable sonrisa que Aloy le devolvió antes de apartar la mirada. Volvió a suspirar visiblemente nerviosa, haciendo que él se diese cuenta al instante, de que ella tenía algo serio que contarle.

Después de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora