Capítulo 9

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Aloy se despertó, al igual que los días anteriores, buscando dónde se encontraba él, dándose cuenta de que estaba sola. En su lugar, se encontró una nota que había dejado para no despertarla donde explicaba los motivos de su ausencia "Buenos días, oh Aloy domadora de máquinas." ella sonrió al leerlo, se veía que lo había redactado como con un tono solemne acompañado de un toque de humor. "He salido a hacer unos trabajos que me llevarán toda la mañana, pero si te encuentras por el palacio, estaré encantado de pasar contigo la hora de la comida, nos vemos. Avad." Sonrió. Verdaderamente disfrutaba mucho del tiempo que pasaban juntos, aunque fuese trabajando.

—Hasta entonces, bajaré al pueblo a ver si alguien necesita mi ayuda... —dijo para sí. Cuando se vistió con su ropa Nora, unos fuertes golpes en la puerta la sobresaltaron. Escaneó con su foco para ver quién era. Se trataba de Marad el Intachable, pero... ¿No tendría que estar con Avad? Aquello no pintaba bien, viendo la insistencia con la que llamaba. Un escalofrío recorrió su cuerpo— Adelante, está abierto. —dijo invitándolo a pasar. Él entró rápidamente en la habitación muy alterado.

—¡Aloy! ¡Han secuestrado a Avad! —gritó enloquecido agarrándola de los hombros.

—¡¿Qué?!¿Cómo ha podido ser? —exclamó muy sorprendida.

—¡Nos han pillado con la guardia baja! ¡Por el Sol! Varias de las defensas de Palacio fueron destinadas en ayuda del pueblo y ¡Se han aprovechado de ello! —expresó de manera desordenada— Es una catástrofe...

—¿Donde lo viste por última vez? —preguntó tratando de aparentar calma.

—Hoy no hemos coincidido, pero ayer quedamos en reunirnos en su despacho pronto. Cuando estaba llegando oí golpes, como si hubiese alguien peleando. De hecho, pude escuchar cómo Avad gritaba. Corrí en la dirección de la que provenían los ruidos, pero habían puesto algo en la entrada y no podía abrir. Cuando conseguí entrar derribando la barricada ya era tarde... estaba todo desordenado y no había nadie. Ojalá no le hagan nada malo. —explicó muy nervioso.

—Haré todo lo posible, llévame donde la pelea. —sin perder ni un segundo, corrieron por los pasillos hasta llegar al despacho— ¿Sabes si alguien ha tocado algo? Si no han cambiado nada de lugar, el rastro que hayan podido dejar será más fácil de encontrar.

—No, nadie, cuando vi que ya se habían marchado salí a buscarte, y ordené que nadie entrase, por ese mismo motivo. —respondió con voz preocupada.

—Vale, vamos a ver qué fue lo que pasó. —dijo ella agudizando la vista— No hay nada para escribir sacado. Vale, nada más entrar hay una silla estropeada... La mesa tiene un saltón, debieron golpearse con ella... Libros por el suelo, al lado de la estantería, debieron empujar a alguien contra ella. Hay papeles por todas partes, seguramente estaban en la mesa antes de iniciar la pelea. Hay unas huellas bastante marcadas en la alfombra. Si no me equivoco, debería haber una soga o algo en la ventana que los ayudó a bajar.

—¿Y bien?¿Qué le hicieron? —preguntó Marad angustiado— ¿Qué es lo que ha ocurrido? Por cómo le oí gritar, parecía que le habían hecho daño...

—En base a las pistas que he encontrado, creo que puedo imaginar lo que ocurrió: Avad entró a la sala y ya lo estaban esperando. De lo contrario, habría sacado algún utensilio de escritura sobre la mesa. —explicó señalando el mueble— Eran cuatro, y me atrevería a decir que eran Carja Sombríos, puesto que las marcas en la alfombra tienen la forma de las botas de su armadura, pero prefiero no descartar ninguna opción, no sea que nos lleve a la ruta equivocada. Cuando se dio cuenta de que no estaba solo, ya habían atrancado la puerta con la silla, que es la que ahora está estropeada porque la rompisteis para entrar. Avad trató de pelear con ellos porque no le quedaba otro remedio. Iba desarmado, ya que no hay ningún rastro de sangre, y no logró agredir a ninguno de los intrusos. Me extraña que no lo matasen... Iban con armaduras, porque las huellas están muy marcadas en la alfombra, no como las de Avad, que son menos profundas, así que su resistencia fue en vano, sus ataques eran detenidos por el metal de sus protecciones. Él empujó a uno de ellos contra la mesa haciendo el saltón que se ve, pero otro le agarró y le tiró contra uno de sus cómplices, que estaba en las estanterías. Éste, cogió a Avad, pero del impulso que llevaba se cayó para atrás. El golpe contra el mueble hizo que se diese con las baldas tirando los libros que se ven por el suelo. —narró agachándose para ver mejor los libros— Después, entre varios, lo cargaron sobre la mesa tirando los papeles, y allí le harían algo para que no se moviese, supongo que lo atarían, o algo similar. Luego, se fueron por la ventana. —concluyó con seriedad— Hay que echarle bastante imaginación, pero es lo más lógico que se me ocurre dadas las pistas halladas.

Después de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora