Capítulo 36

47 8 2
                                    

Aquella tarde, la pareja se preparó para bajar a Corazón de Madre, para la fiesta de bienvenida que la Matriarca había les preparado. El clima era tranquilo: el cielo estaba despejado y una suave brisa mecía los árboles. Parecía poco probable que fuese a nevar, al menos hasta la noche. Era un día perfecto para reunirse en el exterior con los habitantes del Abrazo.

—¿Crees que es adecuado que vaya así? —preguntó el monarca colocándose delante de Aloy con el conjunto que había diseñado Teb, y su corona sobre la cabeza, mientras se analizaba con una mirada seria, recordando la reacción de Lansra al verlo vestido de Nora. Claramente estaba preocupado por lo que podría acontecer esa noche— ¿Les parecerá bien que me vista como uno de ellos? —la cazadora se acercó a él y tomó sus manos.

—Cuentas con la aprobación de dos Matriarcas y con la mía, y, además todos saben que intentas traer la paz entre todas las tribus. A todo eso hay que añadir que esa ropa te favorece tanto... Va a ir bien, ya verás que en cuanto vean cómo eres, descubrirán que eres una persona increíble. —lo animó acariciando suavemente su mejilla y besando sus labios con dulzura mientras recolocaba el cuello del atuendo de Avad.

—Gracias. —susurró él cuando separaron sus bocas, sujetando la espalda de la cazadora con ambas manos. Ella le sonrió amablemente.

—No te quitaré el ojo de encima ni un instante, no va a pasar nada.

Una suave brisa los envolvió cuando salieron al exterior. Aloy silbó para atraer al galopador que los acercaría hasta la aldea. Ambos montaron y se acercaron a paso moderado hacia Corazón de madre. De camino, la Nora soltó un largo suspiro.

—¿Ocurre algo, Aloy? —preguntó pensando que tal vez ella no se sentía bien por Rost, o que no estaba convencida de llevarlo a la fiesta porque seguro todo se iba a torcer.

—Eh... no, bueno, pues... resulta que no me gustan las fiestas... Hay mucha gente... Me he criado sola con Rost, me gustan los lugares solitarios. Todo el mundo estará ahí, no quiero que se postren ante mí o que empiecen a llamarme "Ungida". Todos me miran y... eso me hace sentir incómoda, pero creo que todo esto mejorará tu imagen notablemente.

—Entiendo cómo te sientes. Es mucha presión que te traten como a un dios. Si quieres, en vez de desaparecer sin dejar rastro antes de que empiece, —explicó haciendo referencia a cómo se fue sin previo aviso antes de la fiesta que hicieron en su honor en Meridian— podemos asistir un rato, lo suficiente como para darme a conocer y hacer acto de presencia, y luego ir a casa.

—¿Lo de desaparecer lo dices por algo en concreto? —preguntó entendiendo perfectamente su referencia, volviéndose hacia él, girando la cabeza con una leve sonrisa y las cejas arqueadas.

—Sí, pero no tengo nada que reprocharte... Tenías otros asuntos, perdona si te ha molestado...

—No te disculpes, Avad. Tampoco estuvo bien que me marchase así sin dejar rastro. Cuando me reencontré con Erend en el Oeste Prohibido... estaba... enfadado conmigo por mi marcha sin "ni siquiera un apretón de manos"... —luego, añadió riendo— Cosas peores he vivido, supongo que podré sobrevivir a la fiesta. En monarca sonrió, esperando lo mismo para él.

Se apearon de la montura antes de entrar en el pueblo. Ya desde el exterior se oían tambores, música, y el murmullo mucha gente. Ninguno de los dos pudo evitar ponerse algo nervioso, sobre todo el monarca. La incertidumbre sobre la reacción que podrían tener los Nora por su presencia, le inquietaba profundamente. Poco después de entrar en Corazón de Madre, Teersa salió a recibirlos.

 Poco después de entrar en Corazón de Madre, Teersa salió a recibirlos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Después de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora