Capítulo 39

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Era ya por la tarde. La tarde del último día de su estancia en las Tierras Sagradas. Habían pasado un muy buen día juntos. Aloy se encontraba bastante intrigada porque el rey le había dicho que quería salir un momento sin que ella lo acompañase, alegando que más tarde le contaría. Ella no se lo negó, aunque no le daba confianza que se marchase solo por allí. Al menos le había dicho que no tardaría.

—Espero que no haya ningún inconveniente. —murmuró para sí cuando él se marchó. Aprovechó ese momento para entrar en la habitación de Rost. Aunque no le gustaba la idea de que él fuese sin ella, podría emplear ese tiempo a solas para de alguna manera estar con su padre navegando por su memoria. Cuando entró en el cuarto, se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la cama, y permaneció allí un largo rato rememorando lo que había vivido con su padre. Aún permanecía allí la esencia de Rost.

Al cabo de un tiempo, la puerta de la cabaña se abrió.

—Ven, tengo una pequeña sorpresa para ti. —dijo el Carja entrando en el lugar emocionado. Ella sonrió.

—Me muero de ganas de saber lo que es. —respondió impaciente.

Salieron al exterior, donde estaba tranquilamente su galopador. La Nora se sorprendió al ver que se encaminaban hacia él, y que había huellas del monarca a su alrededor.

—He estado practicando un poco... —dijo tímidamente.

—¡Vaya, eso es genial! —contestó entusiasmada tomando sus manos, sintiéndose muy orgullosa del progreso que estaba haciendo con las máquinas.

—Es que quería llevarte a un sitio que he visto, y me di cuenta de que claramente llegaríamos antes en uno de estos. —explicó— Pero antes de nada, tienes que ponerte esto. —ordenó tendiéndole a la cazadora un pañuelo de seda Carja. Ella lo cogió y lo miró confundida— Espera. —dijo acercándose a ella— Es para los ojos, no quiero que veas nada por adelantado.

—Mmm vale... —murmuró poco convencida esperando que el trayecto fuese corto. La vista es una facultad esencial para un cazador. Suavemente, el monarca vendó sus ojos, con cuidado de que no enredar la seda con su pelo y, tras comprobar que no veía nada, tomó sus manos y la ayudó a montar a lomos de la máquina— Vaya, esto es más difícil de lo que esperaba. —admitió riendo. Cabalgaron despacio. La Nora pudo percibir que bajaban una pendiente, pero no sabía muy bien hacia dónde se dirigían. Tras varios minutos, la montura se detuvo suavemente.

—Voy a ayudarte a bajar. —dijo tomándola de la cintura y de una mano. Cuidadosamente, la joven bajó de la montura— Ahora espera un segundo... —pidió. Aloy podía escucharlos pasos del rey crujir en la nieve y mientras movía cosas que no supo identificar. Aún más intrigada, esperó agarrándose la mano derecha con la izquierda.

"Vale, ya está todo listo" pensó el Rey Sol mientras miraba ilusionado su sorpresa. Seguro que le iba a encantar. Satisfecho con el resultado que había logrado, se volvió hacia la Redentora, video algo que provocó que la sonrisa de su rostro se borrase al instante, y sus manos comenzaron a temblar.

—A-Aloy... —tartamudeó viendo cómo un dientes serrados estaba a menos de seis metros de ella con los ojos iluminados color sangre. No había hecho ruido, no había rugido y estaba ahí, apunto de asestarle un zarpazo a la Nora. Soltó un suspiro tembloroso mientras visualizaba a su hermano cayendo al suelo— ¡Aloy! —gritó con una potencia que le sorprendió— ¡Cuidado! ¡Agáchate! ¡Al suelo! ¡Ahora! —Avad agarró firmemente la empuñadura de su espada mientras ella se tiraba corriendo al suelo al tiempo que la bestia soltaba un zarpazo acompañado con un rugido que reconoció al momento— ¡EH! —gritó aún más fuerte dándole con una piedra en todo el hocico. La fiera lo miró con los ojos encendidos de color sangre, y procedió a atacarlo mientras rugía de nuevo. Él, en vez de acobardarse, se lanzó también al ataque, dirigido por una fuerza que había tomado posesión de su cuerpo. Haría lo que pudiese y más, por defender a la persona a la que amaba. Empuñando su espada, esquivó su ataque aprovechando para golpearlo en las patas, derribando al dientes serrados. Aloy se quitó corriendo la venda, encontrándose con esta escena del todo inesperada. El rey le propinó unos cuantos golpes mientras la bestia se incorporaba para atacarlo de nuevo. Extendió una de sus patas armada con afiladas garras mientras ella cogía tres flechas para estar preparada para poder salvar al Rey Sol, pero solo en caso de que fuese necesario, al igual que Rost hizo con ella en el pasado. Él, se preparó para el ataque. El dientes serrados se abalanzó sobre él y Avad lo esquivó con maestría, propinándole un buen golpe de filo, averiando gravemente una de sus patas delanteras. De esta manera, la bestia perdió agilidad, pero no se rindió. Cogió impulso para embestirlo con la coraza de su cabeza. El monarca esquivó de nuevo, pero esta vez aprovechó el impulso de su acción para volcarlo en un ataque. Con decisión se abalanzó sobre la máquina con la espada firmemente agarrada dirigiendo el filo hacia abajo. Apuntó a su cabeza y clavó con todas sus fuerzas la espada, hasta que de entre las placas de metal que cubrían los circuitos de la cabeza de la máquina no asomase del arma más que la empuñadura. La bestia dejó de rugir y de moverse, la roja luz de su mirada se apagó.

Después de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora