Capitulo 7

102 17 0
                                    

Me relajé un momento entre esos recuerdos, una etapa de mi vida en la que solo tenía que vivirla sin preocupaciones. Extraño esa tranquilidad aunque por nada del mundo cambiaría lo que soy ahora. Esta estabilidad y comodidad son lo único que me hace sentir vivo e importante. Es una gran etapa y sin importar los problemas me gustaría seguir.

Con esa nueva reformación mental, me dirigí a la junta que yo mismo había convocado. Ser presidente te hace estar a cargo de varias operaciones y tener varias personas a cargo. Sus consejos muchas veces no hacen más que confundirte. Es divertido porque entre ellos pelean por saber quién tiene la razón, pero lo más maravilloso de todo es que yo tengo la última palabra… al menos en esas reuniones.

Por suerte la sala de juntas estaba en el mismo lugar que mi trabajo cotidiano. Ya me estaba cansado de viajar tanto.

Entré y la mayoría ya estaban ahí, solo me estaban esperando para comenzar.

Al verme entrar se pusieron nerviosos y no me quitaron la mirada de encima, era lógico que esperaban que yo solucionara todo.

Había diez hombres sentados al rededor de la mesa. Respetaron mi lugar que era el de hasta el fondo, justo donde estaba la hermosa bandera de nuestro país.

Me dirigí hasta ahí y me senté. Observé que todos tenían sus bebidas y yo no quería ser la excepción así que pedí algo de tomar también. Me llevaron agua de sabor, muy rica por cierto, si de algo podía presumir es que la calidad en el arte culinario abundaba ahí.

—Muy bien vamos a comenzar.—Dije mientras todos me observaban muy serios.—Me imagino que ya saben por qué los mandé a llamar pero se los explicaré de igual forma.

—Asi es señor presidente.—Habló Larrix, el hombre que siempre quería hacerse notar y mostrar que era bueno con las palabras.—Nos han explicado brevemente la traición de nuestro hombre y su paradero desconocido. Necesita saber que nosotros estamos comprometidos y no descansaremos hasta encontrarlo.

—Estoy de acuerdo con eso.—Les dije despreocupado.—Si uno de nosotros cae, lo haremos todos. Nadie se libra si el contenido de esos papeles se revela.

La tensión subió de nivel en todos los que ahí estaban. Muchos habían tenido que dejar sus actividades cotidianas para estar ahí. Ninguno de ellos deseaba perder su estilo de vida pasando a perder todo y convertirse en delincuentes. Así que dejaron sus juegos de golf, citas amorosas, spas y demás actividades.

—Lo estamos buscando por todos los medios posibles en este momento.—Afirmó el secretario de seguridad, un hombre que tenía todo el poder militar en sus manos.—Con ayuda del satélite, reconocimiento facial y demás tecnología, pronto lo encontraremos.

—¿Qué es lo que sabemos de ese hombre?—Esa pregunta si se me hizo muy interesante. En base a su personalidad, lugar de residencia, datos personales, podríamos averiguar a dónde ir.

—Es un hombre muy precavido pero cuando ingresó con nosotros, hace 30 años, presumió tener una esposa en esta ciudad.—Contestó William, el de cuestiones administrativas. Si alguien tenía datos sobre el traidor, era él.—A los cinco años tuvo una hija, desde ahí se intentó alejar de ellas pero pudimos ver que en algunas ocasiones las visitaba y otras más les llamaba.

—¿Tenemos ubicada a su familia ya?—Pregunté para ir al grano inmediatamente.

—Asi es señor.—Me respondieron con orgullo.—Afortunadamente solo se cambiaron una vez de domicilio y se han mantenido ahí por años. En la casa solo vive su esposa y su hija. Están ubicadas en la zona sur de la ciudad.

Al fin buenas noticias. Nuestra estrategia era usar a su familia como carta de cambio. Nadie se resiste a los lazos sanguíneos, no les gusta ver a su familia sufrir así que siempre terminan cediendo por esto.

La novia del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora