Capitulo 4

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La intención es lo que cuenta o al menos eso dicen por ahí cuando se agradece el esfuerzo por algo y no se consigue. Yo le agradecí a mi mente el haber trabajado en cómo sería mi cita y el lugar a donde me llevaría Esteban.

Todo eso quedó en suposiciones. Realmente el lugar jamás lo hubiera imaginado, y ¿Quién me culparía?

Alguien instaló una casa a las afueras de la ciudad, muy cerca de la carretera. Un lugar que nadie pensaría en visitar al menos que estuviera loco.

Los guardias me recogieron en la zona que se me indicó. No llegó ninguna limusina esta vez. Llegó un carro común por así decirle al hermoso Jetta plateado. Lo digo de este modo porque no se comparaba con el primer auto pero sin duda era hermoso. Se bajaron dos hombres, entre ellos el calvo que me dió su tarjeta y cuyo nombre era confidencial. Me pidió referirme a él como "R2"

A mí gusto era difícil e incluso irrespetuoso hacerlo, así que mejor me dirija a él como "tú", fue más práctico para mí.

Al bajar del auto se apresuraron a mí ubicación y de inmediato me pidieron descender. Yo hice caso pues no quería hacerlos enojar.

—Sube al auto por favor.—Me dijo apenas iba bajando y con mucha prisa. Ni siquiera un saludo me dieron.—El conductor te llevará hasta allá.

—¿No será mejor si voy en mi auto?—Pregunté noblemente. Mi intención no era dar molestias.—Puedo seguirlos si ustedes gustan.

—No señorita, su carro no puede ingresar a donde vamos.—Me respondió tan a prisa como si les urgiera irse de ahí.—Nosotros la llevaremos a su cita.

—¿Cómo voy a dejar mi carro aquí?—En esta ocasión si tuve que poner resistencia.—No es una zona segura.

El hombre me miró, seguramente fue porque no le gustaba sentirse retado y yo lo estaba haciendo al desobedecer.

Me miró con un poco de compasión pues entendió que mi preocupación era justificada. No es como que yo pudiera conseguir un auto a cada instante.

—No se preocupe.—Me dijo aún retandome con la mirada.—Somos el gobierno. Le prometo que cualquier cosa que le pasa a su carro, nosotros nos haremos responsables.

Nuevamente me dejó muda con ese argumento. Yo no comprendía del todo sus alcances pero era lógico creer que podrían tener el control de una situación así.

Sin más quejas tomé mi bolsa y subí al jeta. Los hombres tomaron una fotos a mi auto y subieron detrás de mí.

El chófer de inmediato avanzó. La seriedad se había apoderado del vehículo y eso me estresaba un poco.

No sabía si bajar el vidrio, hablar para romper el hielo o simplemente quedarme quieta esperando llegar a nuestro destino. Me sentía muy incómoda con eso.

El carro dió vuelta en plena carretera, se metió entre la maleza como si ahí hubiera un camino, cosa que no era real. Avanzó entre algunos árboles hasta incorporarse en un tramo que estaba recto y ya no rocoso. Fueron unos minutos angustiantes. Era como si estuviera yendo a un secuestro o a alguna aventura loca de la preparatoria. De esas que ocurren cuando hay mucho alcohol de por medio y la valentía hace su aparición.

Avanzamos unos cuantos metros alumbrados únicamente con las luces del carro, después de eso pude ver como unas lámparas estaban incrustadas en el suelo ayudando al paisaje.

A lo lejos también ví una gran casa a la que nos acercamos. Era como una de las que se encuentran en una granja pero se veía muy elegante.

El auto se acercó lo más que pudo a esa zona. Se detuvo y varios hombres de seguridad que estaban ahí se acercaron para corroborar que ahí estábamos, después de hacerlo abrieron las puertas y me ayudaron a bajar.

La novia del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora