Capitulo 38

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Estuve reflexionando sobre el asunto. La idea que me proponía esa mujer era muy buena. Me estaba dando mi pase de salida e incluso podía pedir cualquier cosa. Además se estaba comprometiendo a destruir al enemigo que tanto quería. A cambio solo me pedía el maletín rojo. Aquel que mi padre me había dejado como seguro, quizá era una buena forma de usarlo.

Después de un momento pensando en eso, vino a mi cabeza la peor imagen. El matrimonio sabía perfectamente dónde lo habíamos dejado y aunque ellos no podían escaparse para ir por él. La novia de Estaban si que podía. Si lo que me había dicho era verdad, no dudaria en hablar con ellos.

Mi boleto de escape estaba por esfumarse al igual que mi posibilidad de irme de ahí.

Toqué la puerta con desesperación, necesitaba hablar con Esteban y pedirle que su novia no hablara con ellos.

Toqué y toqué con mucha desesperación hasta que uno de los guardias escuchó y fue hacia mi.

Abrió la puerta apuntándome con su arma para descartar cualquier posibilidad de ataque.

—¿Qué sucede?—Preguntó con voz dura.

—¡Necesito hablar con el presidente con mucha urgencia!—Le dije con voz desesperada.

—No digas tonterías. No puedes exigir verlo.—Me dijo mientras guardaba su arma.—Ademas él está en un reunión muy importante.

—Lo que yo tengo que decirle es aún más importante.—Le seguí insistiendo con desesperación.—Digale por favor, él sabe la urgencia de esto.

—No puedo ir e interrumpirlo solo porque tú me lo pides.

Empezó a reírse compadeciéndose de mi y se dispuso a irse.

—¡Por favor dicelo!—Insistí tomándolo de la mano.—Él debe saberlo con urgencia, es sobre el maletín rojo.

El hombre se fué de ahí prometiéndome que le daría mi recado en cuanto lo viera.

Cerró la puerta nuevamente con llave y me dejó ahí sola con mi desesperación.

Me relajé un poco después de dar varios golpes a la pared. Entendí que a la mujer no le sería tan fácil verlos como a mi. Aunque mi sexto sentido estaba alerta en que lo haría.

Tal vez tenía una salida pero tendría que convertirme en una vende patrias y yo no quería hacerlo. Mi padre había defendido esa nación y yo debía hacer lo mismo.

Había un choque de intereses en mi mente. Por un lado tenía la oportunidad de vengar la muerte de mi padre de ese gobierno. Pero por otra, era abrirle la puerta a otro país que podría poner las cosas peores. En ese momento lamentaba ser la clave de todo pero lamentaba aún más dejar de serlo si ella iba por el maletín.

Había un motivo más para no hacerlo, seguía queriendo a Estaban y no le deseaba ningún mal. Era una tonta por no poder deshacerme de esos sentimientos y seguir siendo fiel a ese estúpido.

De pronto, escuché que alguien venía subiendo. Las escaleras eran muy ruidosas.

Me alejé lo más que pude y rogué porque fuera él, deseaba verlo a pesar de todo.

La puerta se abrió después que la llave permitiera el giro. La persona que entró era quien había estado deseando. Mi querido presidente llegó y al verme puso esa sonrisa que me volvía loca.

—¿Cómo estás?—Me dijo en cuanto me vió.—¿Estás más tranquila para poder hablar? Tenemos muchas cosas que aclarar aún.

Fue bastante evidente que no había recibido mi recado y que estaba ahí por su decisión.

La novia del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora