Capitulo 25

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Afortunadamente para mí y mi mente llegamos a nuestro destino. La camioneta pasó por unas rejas y entró en un camino que parecía como una granja, enfrente había una enorme casa de color blanco, no se veía tan lujosa ni protegida como en las que había estado antes con Esteban, pero sin duda esta también le pertenecía. Lo supe porque cuando me levanté para ver el camino, lo ví en la entrada principal esperándonos.

Me bajaron de la camioneta presionandome por ambas manos. Me llevaron enfrente del querido presidente, quien mostró una actitud muy amable.

—¡Miriam querida!—Dijo acercándose a mi para tomarme de los hombres, tenía la intención de darme un abrazo.—¡Me alegro mucho de que estés bien!

Yo no le contesté y tampoco retrocedí, aunque quería hacerlo. Lo evité porque sus hombres estaban detrás de mí, no tenía espacio suficiente para dar ni un paso hacia atrás, pero mis manos las mantuve abajo y mi mirada penetrante en su rostro.

Él notó que lo estaba viendo con odio y desprecio, así que intentó dulcificar las cosas preguntándome amablemente.

—¿Cómo estás?, ¿qué ha pasado?—Usó un tono de desconcierto, como si no supiera lo que habia pasado.—Lo último que supe fue que te perdiste en el aeropuerto.

Al mencionar esas palabras me hizo recordar toda la travesía que había vivido desde mi encuentro con Luis hasta el secuestro de los rebeldes. Balaceras, peligro, fuego, todas las escenas traumáticas e incluso enterarme que él había sido el autor intelectual de la muerte de mi padre.

Sabiendo eso no pude más y exploté con lágrimas en mis ojos gritándole.

—¡Eres un maldito mentiroso!

Sus hombres me habían soltado pensando que todo estaría bien. Aproveché ese momento para darle una cachetada a intentar golpearlo pero sus guardias nadamente intervinieron para sostenerme y evitar las agresiones.

Solo pude darle una cachetada, desafortunadamente no pude sacar todo mi rencor y coraje con ese golpe.

Él se sorprendió pero no retrocedió, me siguió viendo con ternura como si comprendiera todo lo que yo había pasado.

Era un excelente actor, un bastardo, incluso tenía la demencia de hacerse la víctima en un momento así.

A pesar de que me sostuvieron yo necesitaba seguir sacando mi ira y lo hice de forma verbal.

—¡Eres un asesino!—Lo miré con odio directamente a sus ojos.—¡Lo vas a pagar, te lo prometo!

Sus hombres intentaron jalarme hacia atrás para alejarme de él. Ahora yo era la peligrosa o al menos así lo hacían ver.

No se daban cuenta que ellos eran unos asesinos que desaparecieran gente a su conveniencia.

Esteban se quedó parado en esa posición y caminó hacia adelante para entrar en un rango en el que su voz pudiera ser lo suficientemente clara para seguir conversando conmigo.

—No se que ideas te habrán metido esos hombres.—Me dijo para tratando de perturbar mi mente.—Pero te aseguro que nada es verdad. Debes relajarte, ahora estás a salvo.

—¿A salvo? Justo has dicho que no sabes dónde estaba.—No me intimidé para nada y le seguí retando.—Y has mencionado a esos hombres, tus enemigos...los amigos de mi padre...¡Al que mataste!

Esteban se quedó en silencio, lo había acorralado y era claro que no tenía cómo contrarrestar mi reclamo.

Pude ver en sus ojos un poco de sorpresa, algo de lo que dije él lo desconocía y le acababa de dar nueva información. Aún así, por más que fingía haber sido noble y bondadoso, sabía que era el culpable de todos los males que me habían ocasionado, así que no iba a retroceder en mi forma de hablarle ni en verlo como el enemigo potencial que era.

La novia del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora