Capitulo 17

52 13 0
                                    

—¿Dónde estoy?, ¿por qué me tienen aquí?—Estaba tan harta y desesperada que por fin rompí el silencio, ya no me importaba nada.—¡¿Qué les sucede?!, ¡Esto es inhumano!

Habían pasado más de cuatro horas, o al menos eso calculé desde que llegué ahí, en un cuarto que olía a popo. Era como un chiquero, un lugar donde se crían animales de granja como puercos o gallinas.

Mis pies estaban en contacto directo con el lodo. La única rigidez que habían probado mis pies, fue una roca muy afilada que estaba en la esquina de aquel lugar. Cuando quise descansar, puse mis pies en ella y eso me ocasionó una cortada.

La suciedad podía resistirla, incluso el mal olor podía superarlo. Con lo que ya no podía era con el intenso calor que hacía. Sudé por horas, saqué hasta el último gramo de grasa, puedo jurarlo. Podía sentir las gotas escurriendo sobre mi piel. No sabía que tenía tanta agua adentro.

Justo cuando creí que ya no podía más, detoné con algo aún peor… había cucarachas en varios sectores del lugar.

Me puse en el centro de la habitación, estaba aterrada al ver a esos insectos. Noté que solo se movían en las esquinas, quizá ellas también querían salir de ahí o simplemente la temperatura estaba mejor en ese sector.

Pasé mucho tiempo cuidando que no se acercaran a mi y de ser el caso correr hacia otro lado. El susto que me dieron fue suficiente para recuperarme y sentir de nuevo ganas de gritar, arañar, suplicar salir de ahí. Minutos antes había pensado que me desmayaría y eso no me lo podía permitir. No caería en esas condiciones, no sabiendo que esos insectos podían subirse a mí.

—¡Sáquenme de aquí por favor!—Suplicaba mientras me sumergía en el lodo procurando no caer.—¡Hago lo que me pidan, pero déjenme salir!

Mi voz estaba ya rasposa de tanto grito. Al inicio me prometí no decir nada pensando que con ese tipo de hombres me iría mejor si no me resistía. Pero ahora con toda esa desesperación ya me daba igual.

Me martiricé gritándome que había sido una muy mala idea ir a Guadalajara, incluso culpé a mi padre por aquella desgracia en mi vida. Después culpé a Luis por raptarme y no defenderme como debía. Por último culpé a Esteban, ese hombre que me convenció de ir ahí y que no me acompañó como debía haber sido. "Mis hombres te llevarán conmigo en la ciudad" Repetí sus palabras con burla y coraje. No debía hacerle caso.

Culpé a todos excepto a mi misma, y de todos, yo tenía más culpa pues fueron mis decisiones. Quería ser la primera dama y quería ser una hija engreída. Quizá era un castigo divino por mi soberbia y por ser tan mala hija.

Si existía el infierno, seguramente lo estaba viviendo en ese momento. De otra forma no me explicababa mi mala suerte.

Casi como si el destino o Dios me escucharan. Se abrió la puerta que me había mantenido encerrada ahí. Vi como entró un poco de luz a la habitación y eso me motivó mucho. Tal vez, al fin podría salir de ahí.

En esos pocos segundos me arrepentí de todas mis acusaciones a las personas, principalmente a Esteban quien probablemente entraría ahí para salvarme.

Y también con el fantasma de mi padre que a esas alturas, me imaginaba que entraría ahí solucionando sus remordimientos para salvarme.

Mi última opción era ver a Luis, creyendo que ese bastardo iría por mi con la intención de capturarme de nuevo, aunque fuera así, prefería estar con él y no en ese lugar que me encontraba.

Al final no fue ninguna de esas tres opciones. Entraron tres hombres, los tres tenían camisa de manga corta. El del centro era un hombre rubio con cabello corto.

La novia del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora