Capitulo 33

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—Sigo preocupada por esa mujer.—Me dijo mi novia cuando estábamos a punto de llegar a la ciudad.—Los caminos son muy peligrosos aún, no debió quedarse ahí.

—Hay otros problemas más importantes.—Le dije seco.—Como bien dices, el país aún está en peligro.

Tuve que disimular ante ella que no me preocupaba, en el fondo seguía interesado en Miriam.

Con la presencia de mi novia ahí, me quedó claro que el destino me estaba obligado a decidír entre algunas de las dos. Sin duda una decisión más difícil que todo el problema en el país.

Llegamos a la ciudad donde ya nos esperaban todos los políticos que habían sido convocados.

También estaban los generales y el ministro de guerra quienes estaban a cargo de regresar al país su tranquilidad.

Me recibieron con los honores que me merecía, el buen trato seguía.

Las buenas noticias llegaron en la reunión, se me notificó que los rebeldes habían sido capturados en su totalidad y que no había más campamentos en pie.

Podríamos decir que la guerra se había terminado.

Las notificaciones también habían llegado ante los ciudadanos, a quienes se les pidió regresar a sus casas y retomar sus vidas poco a poco.

Ordené que los hospitales estuvieran abiertos para que cualquier herido fuera ahí.

El secretario había organizado una rueda de prensa en ese lugar. Habíamos evitando el hacerlo por posibles atentados al revelar mi posición, pero al final, la seguridad llegó.

Faltaban treinta minutos para que eso ocurriera, yo tenía la intención de arreglarme y ponerme presentable, pero mi equipo me recomendó no hacerlo. Sería un mejor mensaje para el pueblo el que me vieran así, con síntomas de haber luchado esa guerra a su lado y por el pueblo.

Mi novia estuvo de acuerdo, me aconsejó sobre algunas cosas que podía decir para entrar en sus corazones usando esta misma técnica.

Los medios de comunicación ya estaban listos y presionaron desde el primer momento que llegaron para que yo saliera.

Estaban muy nerviosos y deseaban irse de ahí lo antes posible. Nobles hombres que también se arriesgaban por su deber.

Tenía un discurso prefabricado. Solo ideas de lo que hablaría ahí, un ligero plan para cada evento que sucedería.

Salí en un escenario prefabricado. Habían instalado un micrófono a una distancia correcta y alta para que pudiera ver a todos.

Mi discurso salió excepcional, debo eliminar la modestia para esto.

Todo sucedió según el plan. Palabras de confort salieron de mi boca. Llevé el discurso por los puntos y etapas que quería hasta que todos habían quedado envueltos por mi.

Casi a la mitad, ordené que se pusieran ante las cámaras los líderes del ejército rebelde. Presenté a Sergio como el delincuente que era y las personas lo conocieron.

No hubo necesidad de tapar su boca, los deseos que tenía por hablar se le habían terminado muy pronto.

No estuvo mucho tiempo al aire, después de unos minutos regresó a su celda y prometí a las personas que sería juzgado conforme a la ley.

Al finalizar, prometí dar prioridad a la reconstrucción de lugares necesarios para las personas, por encima de la casa presidencial. Ese acto pareció cautivar a todos y ponerme a mi como un posible mártir. La política era así, los disfraces siempre eran bien recibos.

Di las últimas indicaciones y prometí que volveríamos a tener un discurso pronto para seguir informando de todo.

Los aplausos no se hicieron esperar mientras terminaba de hablar.

Salí de ahí a través de unas cortinas rojas que separaban la casa del gobernador de la zona en la que se permitió la entrada a los invitados.

Cuando entré, mi novia fue la primera en recibirme. Lo hizo colgándose en mis hombros para besarme apasionadamente.

Después llegó el secretario quien se quedó parado para no interrumpir nuestra intimidad.

Uno de mis guardias si lo hizo, me dijo que el líder del partido deseaba hablar nuevamente conmigo.

Suspiré pues sabía que hablar con él siempre era trágico.

Avancé por la habitación y me dirigí hasta donde hablan enlazado para la videollamada.

En esta ocasión me senté para hablar con él.

—Felicidades, acabo de verte por televisión.—Dijo con voz calmada.—Excelente discurso, muy emotivo.

Ahí estaban sus palabras de burla. Un hombre que se daba el lujo de ser sarcástico y divertirse con los demás.

Solo me limité a responder un "gracias"

Fue con la intención de interrumpirlo para continuar la conversación, era muy tedioso para mí hablar con él.

—¿Cómo va su ministerio de relaciones internacionales?—Su tono era de misterio.—¿Pudo enviarlo para tranquilizar a los embajadores?

—Si señor, está refugiado en una de las casas de seguridad junto a todos ellos.—Traté de hablar lo más rápido que pude.—Tiene órdenes precisas de que debe decirles, además ya se les permitió la salida.

El silencio se hizo presente en la llamada. El líder del partido movió sus manos analizando la situación.

Los embajadores eran representantes de otras naciones aliadas que estaban en nuestro país. Se sintieron en peligro al igual que todos sus presidentes. Así que la información de que ellos estaban bien, era precisa informarla. Quién mejor que ellos mismos. Por eso ordené que llamaran a sus países y les prometí protección si decidían quedarse o irse del territorio nacional.

—Hay un asunto que me interesa que su ministro nos resuelva.—Me dijo muy tenso.—Es un rumor que me está moliendo la cabeza.

—¿Usted preocupado por rumores?—Ahora el sarcasmo y la burla estaban de mi lado.

—Recuerde que los rumores siempre vienen de algo verdadero.—Pude sentir su mirada penetrante aún a través de la pantalla.—Cuando el río suena, es porque lleva agua. No olvide los refranes.

—¿Cuál es ese rumor?—Interrumpí sin deseos de querer escuchar su discurso.

—Se dice que algunos de nuestros aliados han enviado espías, agentes infiltrados.—El tema se lo estaba tomando muy en serio, la preocupación se notaba en su voz.—Estan dando información a otras naciones para que nos invadan, creen que tras este caos, es buen momento para hacerlo.

Sus palabras me dejaron helado. Creí que me había librado de un gran problema pero de ser verdad lo que decía, venía uno de mayor escala aún. Era un tema de extrema urgencia que había que atender.

—¿Una invasión de un país extranjero?—Me preguntó muy asustado el secretario en cuanto le informé. Él se había perdido la reunión con el líder del partido así que le puse al tanto.

—Si, aunque no me quiso decir cómo se enteró. No confío del todo en su información.

Estábamos reunidos en una pequeña sala de aquella casa. Teníamos que esperar unos momentos para salir de ahí.

Desde ese momento en adelante, mi vida sería así, estar de un lado a otro constantemente. Si nos quedamos quietos, posiblemente alguien me atacaría.

Los soldados esperaban mi decisión para movernos a un determinado lugar, con lo ocurrido, tenía que saber qué hacer.

La novia del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora