Día 16

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Rutina de la mañana.

El sol comenzaba a asomarse tímidamente por el horizonte cuando Hyoga y Shun se despertaron juntos, como lo hacían todas las mañanas desde que habían asumido sus roles como Caballeros de Oro. Habían formado una rutina de mañana que ambos disfrutaban profundamente.

Sin embargo, había un pequeño problema: Hyoga tenía la costumbre de levantarse de mal humor. Cada día, el Caballero de Cisne se despertaba con una expresión amargada en el rostro, como si el simple acto de abrir los ojos fuera una tarea titánica. Shun, por otro lado, era todo lo contrario. Su espíritu optimista y su sonrisa radiante eran contagiosos, pero parecían chocar con la actitud gruñona de Hyoga por las mañanas.

Una vez más, el ritual matutino comenzó. Hyoga se estiró con pereza y bostezó ruidosamente mientras Shun, que ya estaba completamente despierto, observaba con una sonrisa. Shun había encontrado la manera de combatir el mal humor de Hyoga y convertir sus mañanas en momentos especiales.

-Hyoga, ¿quieres que compartamos una ducha esta mañana? -preguntó Shun con su voz suave y amable.

Hyoga, aún medio adormilado, frunció el ceño. -¿Una ducha? Shun, es demasiado temprano para eso.

Shun se rió con suavidad y se levantó de la cama. Fue hacia el armario y tomó dos toallas, luego regresó a la cama y extendió una sobre la cabeza de Hyoga.

-¿Qué estás haciendo, Shun? -Hyoga preguntó, desconcertado.

Shun sonrió de manera encantadora. -Te estoy invitando a una ducha, Hyoga. ¿Qué mejor manera de comenzar el día que con un poco de frescura?

Hyoga miró la toalla sobre su cabeza y luego a Shun, quien seguía sonriendo. No pudo evitar que un pequeño atisbo de una sonrisa se formara en sus labios. La terquedad matutina de Hyoga no era rival para el encanto de Shun.

Finalmente, Hyoga asintió y se levantó de la cama. Juntos, se dirigieron al baño, donde Shun había preparado todo. La ducha de agua tibia y el aroma de las fragancias naturales llenaron el pequeño espacio. Shun ayudó a Hyoga a quitarse la ropa y luego entraron juntos en la ducha.

El agua caliente cayó sobre ellos, relajando los músculos de Hyoga y disipando la nube de mal humor que lo rodeaba. Shun tomó un poco de gel de baño y comenzó a frotar suavemente el cuerpo de Hyoga, mientras él cerraba los ojos y disfrutaba del tacto suave de las manos de Shun.

Después de enjuagarse, Shun pasó a lavar el cabello de Hyoga con cuidado, masajeando su cuero cabelludo con delicadeza. Hyoga se dejó llevar por la sensación, dejando atrás sus pensamientos negativos y permitiendo que la tranquilidad lo inundara.

Cuando terminaron de bañarse y salieron de la ducha, Hyoga se sintió rejuvenecido y más ligero de corazón. Shun le entregó una toalla limpia y juntos se secaron mutuamente, sin prisas. Había algo profundamente íntimo y reconfortante en ese gesto.

-Gracias, Shun -dijo Hyoga, finalmente relajado y con una sonrisa en el rostro.

Shun le dio un suave beso en los labios. -De nada, Hyoga. Sabía que una ducha juntos alegraría tu mañana.

Con el paso de los días, esa rutina de bañarse juntos se convirtió en un momento especial para ambos. Hyoga dejó de resistirse y, en su lugar, comenzó a esperar con ansias las mañanas en las que Shun lo invitaba a compartir la ducha. La toalla sobre sus cabezas se convirtió en un símbolo de amor y cuidado, y la sonrisa de Shun se convirtió en su antídoto infalible contra el mal humor matutino.

Pero la rutina no terminaba en la ducha. Después de vestirse, Hyoga y Shun compartían un desayuno tranquilo en la cocina, intercambiando historias y risas. Luego, se dirigían juntos al Santuario para enfrentar sus responsabilidades como Caballeros de Oro, pero lo hacían con el corazón ligero y el espíritu elevado.

A medida que pasaba el tiempo, Hyoga se dio cuenta de que Shun no solo le había cambiado las mañanas, sino que también había iluminado su vida por completo. Se había enamorado profundamente de Shun, no solo por su optimismo y su encanto, sino también por su ternura y su cariño constante.

Un día, después de la ducha matutina, mientras estaban abrazados y disfrutando de la calidez del momento, Hyoga decidió expresar sus sentimientos. -Shun, eres la razón por la que mis mañanas son tan especiales ahora. Tu sonrisa, tu amabilidad, todo en ti me hace amarte más cada día.

Shun levantó la mirada hacia él con ojos llenos de amor. -Hyoga, tú también eres la razón por la que mis mañanas son maravillosas. Estar contigo es lo que hace que cada día sea especial para mí.

Hyoga tomó el rostro de Shun entre sus manos y lo besó con pasión. Sabía que había encontrado a la persona con la que quería compartir cada mañana de su vida, y no podía estar más feliz.

Así, cada día comenzaba con una ducha compartida y una sonrisa de Shun, y cada día terminaba con el amor que sentían el uno por el otro. Habían encontrado una rutina de mañana que les unía más allá de las batallas y las responsabilidades como Caballeros de Oro, una rutina que fortalecía su amor y les recordaba lo afortunados que eran de tenerse mutuamente.

30 días con Hyoga y Shun. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora