Día 11

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Usando Kigurumis

En una noche estrellada en el Santuario, donde la brisa susurraba secretos entre los pasillos silenciosos, dos figuras inusuales compartían un momento de complicidad. Hyoga de Cisne y Shun de Andrómeda, dos Caballeros de bronce que normalmente estaban envueltos en la armadura y en la lucha contra el mal, habían decidido disfrutar de una pequeña escapada de la realidad. En el interior de una de las habitaciones del Santuario, la atmósfera era cómoda y relajada, iluminada por una suave luz tenue.

Hyoga y Shun se encontraban de pie frente a un montón de coloridos pijamas de animales, conocidos como kigurumis. Shun sostenía uno en forma de conejo, con orejas largas y una mirada juguetona, mientras que Hyoga sostenía uno en forma de pato, con un pico amarillo brillante y plumas suaves.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Hyoga? —Shun preguntó con una sonrisa traviesa mientras sostenía el kigurumi de conejo.

Hyoga asintió con un guiño. —No tiene sentido luchar contra enemigos todo el tiempo. A veces, necesitamos relajarnos y disfrutar de la compañía del otro.

Con risas contenidas, los dos Caballeros se metieron en los kigurumis. Hyoga se encontró con la extraña sensación de tener un pico en lugar de su nariz mientras ajustaba el traje de pato. Shun, por su parte, se movía con una ligereza inusual en el kigurumi de conejo, sus orejas saltando con cada paso.

—Te ves adorable, Shun. —Comentó Hyoga con una sonrisa, mientras ajustaba su propia capucha de pato.

Shun rió suavemente, observando a Hyoga con su capucha amarilla y su mirada inexpresiva. —Y tú, querido pato, definitivamente tienes un estilo único.

Después de algunos ajustes y risas compartidas, los dos Caballeros se dejaron caer en almohadas en el suelo, cómodos en sus kigurumis extravagantes. A medida que se relajaban, el ambiente solemne de los días de batalla parecía desvanecerse, reemplazado por un sentido de diversión y camaradería.

—¿Sabes, Shun? A veces, olvidamos que somos también personas, no solo Caballeros. —Dijo Hyoga en un tono más suave, mirando el techo.

Shun asintió, su expresión suave y pensativa. —Es cierto. Tenemos nuestras propias identidades y deseos, más allá de nuestras armaduras y misiones.

En medio de la calma de la noche, los dos Caballeros compartieron historias y anécdotas, riendo y disfrutando de la sencilla alegría de estar juntos en un momento sin pretensiones. Las horas pasaron rápidamente, y pronto se dieron cuenta de que sus ojos comenzaban a cerrarse.

—Mmm, supongo que incluso los Caballeros necesitan su tiempo de descanso. —Bostezó Shun, recostándose en su kigurumi de conejo.

Hyoga sonrió con ternura, sintiendo cómo el sueño lo alcanzaba. —Tienes razón, Shun. Incluso los patos y los conejos necesitan su descanso.

Con una sensación de paz y amistad, ambos Caballeros se dejaron llevar por el sueño, sus kigurumis de animales abrazándolos en una calidez reconfortante. En medio de la oscuridad y el silencio del Santuario, su amor brillaba como una luz constante y reconfortante, recordándoles que incluso en la lucha contra el mal, siempre había espacio para momentos en pareja, momentos en los que podían disfrutar del otro y momentos en donde hasta los mas simples detalles o ideas para ellos lo eran todo, porque los hacían en pareja y estaban llenos de amor. 

30 días con Hyoga y Shun. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora