Capítulo 1 - En las nubes

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Sara caminaba hacia la entrada de la hacienda Elizondo, aunque caminar no era la mejor definición, ya que se sentía volar sobre una delicada nube que era arrastrada por una suave frisa que la transportaba majestuosamente a su destino.

Un suspiro que no pudo ocultar, y el cual no pretendió hacerlo, se abrió paso entre la sonrisa de oreja a oreja dibujada en su rostro. Se atusó el cabello y revolvió el cuello de su camisa. La ropa le molestaba y solo ansiaba sentir de nuevo la piel de Franco contra la suya.

Hacía solo unos escasos minutos desde que había abandonado la cabaña. El lugar que había sido testigo del primer encuentro íntimo que había tenido con ese hombre que creyó odiar, pero del que resultó estar profundamente enamorada.

El destino tendía a reírse de uno mismo y regalaba lecciones muy valiosas. Ella había recibido la suya y aunque se resistió, cayó rendida ante lo que tanto había criticado de sus hermanas.

El amor.

Amor condicional sin que importe el qué y el cómo, porque cuando se ama todo queda en su segundo plano.

El amor mueve montañas.

El amor cierra heridas.

El amor es la cura para todos los males...

Bufó.

Para todos los males no.

–Qué bajo has caído, Sara Elizondo.

Cerró los ojos y contó hasta tres antes de soltar toda la verborrea que la simple voz de ese tipo había creado en su más que relajado cuerpo.

Fernando Escandón no es merecedor de tus insultos.

Fernando Escandón tiene las horas contadas en la hacienda.

Enfrentarse no era la opción, por muchas ganas que le tuviera, pero la cuestión era convencer a Gabriela para que echara a ese tipo de la casa.

Y eso era lo más complicado.

–Si tu mamá supiera que te has convertido en una cualquiera.

Eran tan difícil no buscar su escopeta y dispararle... Fernando es así, provocando constantemente. Simplemente, tenían que ser más inteligentes y no caer en sus artimañas.

Ignóralo, Sara.

Pierde la fuerza por la boca. Ese tipo son todo palabras y pocos actos.

–Una desgracia que alguien le contase que su hija predilecta está enredada con el peor de los Reyes.

Morderse la lengua, eso es lo que debería hacer.

–Vaya a contárselo como el soplón que es, así me facilita la situación.

Solo era cuestión de tiempo que Gabriela acabase descubriendo la relación que mantenía con Franco y puede que eso fuera lo que necesitaba. De una vez por todas debía de enfrentarse a su mamá, ya sea por ella misma, por sus hermanas y para acabar con los abusos de Fernando. El morado de su ojo indicaba que ese hombre estaba dispuesto a cualquier cosa.

Fernando arrugó el ceño y apretó la mandíbula no satisfecho con lo que escuchaba. Sin mediar más palabra, el hombre se giró y a paso ligero fue directo hacia las caballerizas.

–Cobarde –murmuró.

No sabía a qué jugaba Fernando y porque después de tantas amenazas no le había contado nada a su mamá. Como aquella tarde en la cual pensó que ese tipejo la estaba siguiendo para atraparla con Franco y denostarla ante Gabriela... Pero se equivocó.

¡Bendita equivocación!

El encuentro con Franco no pudo tener mejor resultado.

Aún apreciaba el aroma de Franco, sus manos acariciando y recorriendo su cuerpo, así como el piel con piel, sus piernas y brazos entrelazados, sus cuerpos volviéndose uno...

Otro suspiro escapó de su boca.

Otro recuerdo cruzó por su mente que hizo enrojecer su rostro.

Otra sensación que le erizó el vello de la nuca.

Fernando era la última de sus prioridades, solo podía pensar en la romántica y apasionada tarde que había pasado con el amor de su vida.

xxxx

Dejó que el agua templada llenase la bañera, añadió su jabón favorito y con una lentitud poco propia de ella comenzó a quitarse la ropa.

Una risa salió de su boca.

Era la segunda vez que se quitaba la ropa en lo que llevaban de día.

–Estoy peor que Jimena, parezco una adolescente –trató de recuperar la seriedad, pero le resultaba imposible.

Estaba inmensamente feliz e inmensamente enamorada.

Cuando su camisa blanca adorno la cerámica del suelo, se observó maravillada en el espejo que presidía el baño. Podía apreciar en su cuerpo los signos de lo que había sucedido entre Franco y ella.

Mordiscos, arañazos y algún que otro morado.

Franco había sido delicado, pero la pasión que habían compartido fue imposible de controlar y ella admiraba orgullosa las marcas de su amor.

No quería que desapareciesen, no quería borrar de su cuerpo los recuerdos de su primera vez con Franco... Pero debía de estar presentable para la cena. Además, cada vez que hacía un movimiento y el aroma de su novio llegaba a sus fosas nasales, la risa floja se apoderaba de su cuerpo.

–¡Sara, necesito utilizar el baño!

Los gritos de Jimena, seguidos de unos golpes contra la puerta, fueron los que la activaron para que se quitase el resto de la ropa y se metiese en la bañera.

Debía de darse prisa, cuanto antes finalizase el día, antes llegaría la mañana y podría reunirse de nuevo con Franco en aquella cabaña que se había convertido en el mejor testigo de su amor y pasión.

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¡Hola!

No iba a publicar otra historia, pero alguno de ustedes me comentaron que querían leer sobre que hubiera ocurrido si Franco se enterase del maltrato que sufrió Sara a manos de Gabriela después de ser descubiertos por ella en la cabaña, y eso iba a hacer e incluirlo en mis publicación de "La familia de Sarita y Franco", pero la ideas fluyen cual rio y se me ocurrió esta historia de la que no tengo muy claro cuantos capítulos tendrá, pero que les aseguro que les gustará.

¡Gracias por su apoyo!

La decisión de SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora