Capítulo 4

41 6 0
                                    

La mujer levanta una mano y, tocándole la mejilla a mi alemán, murmura: —Ay, Jungkook..., qué bien te veo. —Y yo a ti, Gini.

¡¿Gini?! ¡¿Gini?!

Uf..., comienza a picarme el cuello.
Los dos se miran..., se miran..., se miran y, cuando estoy a punto de armar la
marimorena, oigo a la tal Ginebra susurrar: —Bollito...

Bueno..., bNoueno..., bueno... ¡¿«Bollito»?!
¿Lo ha llamado «bollito»?
¿Cómo que «bollito»?

Y, acto seguido, con demasiada familiaridad, añade con voz seca: —Cuánto me he acordado de ti, mi amor.
¡Me da!

Ay, que me da un jamacuco.
¿Qué es eso de que se ha acordado de él y de llamarlo «mi amor»?
Observo a Jungkook. Su mirada intensa me enferma. Él y sus miradas.
Vale... Vale... Vale...

Respira, Jimin..., respira, que te conozco y ¡aquí arde Troya!

Mi nivel de tolerancia se resquebraja por segundos y de pronto siento que esos dos me tocan los huevos, por no decir otra cosa más vulgar. Me acaloro. Me pica el cuello.

El corazón me va a mil cuando noto la mano de Mel por debajo de la mesa.
Ella sabe lo que siento en ese instante, y con los ojos me pide tranquilidad. Por
eso, con una más que falsa sonrisa, la miro para hacerle saber que estoy bien, jodido pero bien.

Tras unos segundos en los que aquellos dos se contemplan, se sonríen y se
comunican con la mirada, y que se me hacen terriblemente interminables, Jungkook se vuelve hacia mí y dice: —Ginebra, quiero presentarte a mi esposo Jimin.
¡¿Cómo?!

¿Por qué no dice ahora aquello de «precioso y encantador hombre » como hace siempre ante todo el mundo, en especial con los hombres? Uf..., uf...
Mis ojos negros y los ojos verdes de la mujer conectan, cuando de pronto ella
cambia totalmente su gesto y su actitud y, llevándose la mano a la boca, dice, al tiempo que se aparta de Jungkook para acercarse a mí: —Ay, Dios mío, perdón... Perdón..., no sabía que Jungkook estuviera casado —y, cogiéndome la mano, insiste—: Por Dios, Jimin, no he querido incomodarte con mis desafortunados comentarios.

Mi corazón bombea con fuerza y, sin querer recrear la matanza de Texas en ese restaurante, intento esbozar una sonrisa. —No, no pasa nada —murmuro. —Claro que pasa —insiste ella—. Me siento avergonzada.
La claridad de sus palabras me hace sonreír y, bajando mi nivel de cabreo, afirmo: —De verdad, Ginebra, no pasa nada.

Acto seguido, Jungkook me agarra por la cintura y me acerca a él. —Ginebra —dice—, Jimin es todo lo que un hombre querría para sí y, por suerte, yo lo encontré, la enamoré y lo convencí para que se casara conmigo.

Esa declaración de amor me hace sonreír de nuevo.

Dios..., ¡qué tonto soy! —Ellos son Björn y Mel, unos buenos amigos —presenta Jungkook. —Encantado —dice sonriendo la tal Ginebra y, a continuación, pregunta—:¿También sois pareja?

Tras agarrar la mano de Mel, Björn asiente y afirma besándole los nudillos: —Sin lugar a dudas.
Mel sonríe. Yo también lo hago cuando Ginebra, volviéndose hacia una mujer
rubia que espera pacientemente tras ella, dice: —Ella es Fabiola, me ayuda en la productora. —¡¿Productora?! —exclama Jungkook. —Sí..., sí..., ¡lo logré! —aplaude ella mirando a mi amor—. Tengo mi propia productora. —Siempre fuiste decidida y emprendedora —murmura mi gilipollas particular.

Ella asiente, saca de su bolso una tarjeta, que le entrega, y Jungkook afirma—: Tenías claro lo que querías y fuiste a por ello. Eso siempre me gustó de ti, Gini.

¿Que eso siempre le gustó de ella?
Oy..., oy..., oy... ¿A que cojo la copa de vino que tengo delante y se la estampo?
Pero, como no quiero volver a cabrearme, sonrío cuando Jungkook pregunta: —¿Ha venido Félix contigo? —Por supuesto, pero ha ido a visitar a un colega de una de sus clínicas
veterinarias mientras yo hacía unas compras —dice Ginebra riendo e indicando unas bolsas que lleva en las manos.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora