Capítulo 35

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Aburrido estoy viendo la televisión junto a Susto y Calamar cuando Mel me llama para decirme que Peter ya está en casa y que él y Björn llevan horas sentados en el salón hablando de cómics.

Estoy encantado. Saber que aquello comienza con buen pie es genial.

Antes de colgar, mi amiga me pide que les guarde el secreto y no vaya a decirle
nada a Klaus. Quieren esperar unos días antes de darle la noticia. Yo se lo prometo y, finalmente, Mel me pide que los acompañe cuando vayan a hacerlo. Acepto gustosamente.

No me lo perdería por nada del mundo.
Una vez cuelgo, decido llamar a mi padre. Tengo ganas de hablar con él, y no me sorprende cuando oigo la voz de mi sobrina Luz, que me saluda: —Hola, titoooooooo.

Sonrío. Ella me hace sonreír. —Hola, mi niña. ¿Cómo va todo? —Pues mira..., jodida pero contenta. ¡He roto con el atontado de mi novio!

No esperaba esa contestación y, sin saber realmente qué decir, respondo: —Vaya, lo siento, Luz... —No lo sientas, tito. Colorín, colorado, de otro ya me he enamorado.

Durante un buen rato, mi sobrina me cuenta sus cosas con total tranquilidad
mientras yo, ojiplático, asiento, asiento y asiento. Está claro que, si le digo algo que no quiere oír, dejará de comentarme todas esas cosas, por lo que me limito a escuchar y a asentir. —Y ¿sabes? —¿Qué? —La semana que viene, Juan Alberto nos va a llevar a Madrid a mí y a mis amigas Chari y la Torrija a ver a los ¡One Direction! ¿Cómo te quedas?

Sé cuánto le gusta a mi sobrina ese grupo que causa furor entre todas las
adolescentes, y no tan adolescentes, y sonriendo afirmo: —¡Genial! Me parece genial. —Oye, tito. ¿Puedo preguntarte una cosa?

—Claro, cielo, dime. —¿Es cierto que Björn y Mel han metido a un indigente en su casa? —¡¿Qué?! —pregunto sorprendido.

Vamos a ver. Mi sobrina está en España y nosotros estamos en Múnich. ¿Cómo ha podido volar tan rápida la noticia hasta allí? Y, sobre todo, ¿cómo ha podido llegar esa mentira? Pero, intentando ser lo más discreto posible, pregunto: —¿Quién te ha dicho eso?

—Jackie Chan Jeon. —¡¿Soobin?! —Sí, tito. Hace un rato me lo ha cotilleado por un privado en Facebook.

Sin respiración, escucho lo que mi sobrina me cuenta. Nunca he dicho nada de ese perfil de Facebook que Soobin se abrió. He mantenido el secreto para no desvelar que Luz, en cierto modo, me informa de muchas cosas. —¿Él te ha dicho eso? —pregunto entonces. —Sí. Y, oye, ¿cómo es ese indigente?

Molesto y enfadado porque el atontado de mi hijo diga cosas así, replico: —Lo primero de todo, Luz, es que Peter no es un indigente. Es un niño de casi quince años que vivía con su abuelo y que, al morir éste, se quedó solo. Por tanto, eso
de...—Sí, ya sabía yo que Soobin se pasaba —oigo que suspira ella—. Desde que se echó esa novia y esos amigos, no es el mismo.

Al oír que mi sobrina dice eso, me pongo en alerta y, olvidándome de Peter, pregunto: —¿Qué sabes de esa novia y de sus amigos? —La verdad es que poco, tito, empezando porque no entiendo bien el alemán y ellos escriben en ese idioma en Facebook... Pero con ver las fotos que publican y ciertos comentarios que traduzco con el traductor de Google, sé que no son nada
buenos.

Durante un rato hablo con mi sobrina, hasta que mi padre le reclama el teléfono.

Vaya dos. Finalmente, gana mi padre la partida y murmura: —Hay que ver la guasa y el arte que tiene la jodía de la niña.

Sonrío. Mi padre y mi sobrina juntos son la bomba. —Venga, papá —replico—, si te mueres porque los tenga.

Él suelta una carcajada. —Me encanta que todas mis niñas tengáis arte y guasa.
La positividad y el buen humor de mi padre rápidamente me recargan las pilas.

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora