Capítulo 40

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El miércoles, después de dejar a la pequeña Sami en el colegio, Mel estaba abriendo la puerta de su coche cuando oyó que alguien decía: —Buenos días, Melania.

Al darse la vuelta se encontró directamente con Gilbert Heine. Consciente de que, si el abogado estaba allí era porque quería algo de ella, lo saludó: —Hombre, Gilbert, ¿cómo tú por aquí?

Sonriendo por su descaro, él se acercó y cuchicheó: —Querida, creo que tú y yo tenemos que hablar.

Al ver su expresión, Mel supo que no podía esperar nada bueno de aquello y, mirándolo, dijo: —Tú dirás.

Entonces, sin el menor escrúpulo, el hombre le soltó: —Tu futuro marido lleva años intentando formar parte de mi bufete. Su sueño siempre ha sido leer en el cartel: «Heine, Dujson, Hoffmann y Asociados». Y, si tú eres inteligente como creo que eres, no lo estropearás.

Mel, que no podía creer lo que estaba oyendo, preguntó: —¿A qué viene eso?

Gilbert sonrió con malicia y respondió: —Johan me ha comentado lo ocurrido con Louise y, a pesar de que mi mujer te...

Incrédula y enfadada por lo entrometidos que eran aquéllos en relación con aquel tema, que ella no había vuelto a mencionar, gruñó: —Mira, ¡hasta aquí hemos llegado! ¿Queréis dejar todos de meteros en mi vida? Louise me contó lo que le ocurría y yo simplemente le di mi opinión. Pero ¿de qué vais? ¿Acaso ella no puede contarme lo que le dé la gana?

Sin perder los papeles, el hombre replicó: —¿Sabes? Björn es el perfecto candidato para mi bufete, excepto por su mala suerte. —¿Mala suerte?

Gilbert la miró y, asintiendo, cuchicheó: —Entre el hijo que le ha salido de debajo de las piedras y estar con una problemática madre soltera que bebe cerveza y le permite a su maleducada hija que insulte a... —¡Para hablar de mi hija tendrás que lavarte la boca antes! —lo cortó Mel furiosa. —¿Crees que Björn es un hombre con suerte? —preguntó él sin despeinarse—. Porque yo no lo creo. Sólo lo sería si desaparecieras de su vida, ya que estoy convencido de que nunca vas a dar la talla para ser la mujer de Björn Hoffmann.

Mel estaba furiosa al oír lo que aquel hombre decía. Deseaba decir cosas terribles,pero se contuvo por no perjudicar más a Björn y finalmente respondió:

—Escucha, podéis iros a la mierda tú y tu bufete. Pero ¿quién te has creído que eres? Una cosa es que Björn quiera trabajar con vosotros y otra muy diferente que tú tengas que... —Por cierto, no te conviene ser detenida por prostitución —la cortó él—. Ese detallito tampoco lo beneficia.

Al oírlo decir eso, Mel iba a protestar, pero él montó en su vehículo y se marchó dejándola boquiabierta y furiosa.

Durante varios minutos, no supo qué hacer, hasta que cogió su móvil y marcó el número de Björn. —Hola, preciosa —contestó él.
Su tono de voz... Su alegría le dolió en el alma, y dijo: —Björn, ese desgraciado de Gilbert ha venido a la puerta del colegio y... —Por el amor de Dios, Mel, ¿quieres hacer el favor de dejar de insultar a las personas por el simple hecho de que no te caigan bien? —Y, sin dejarla hablar, siseó —: Mira, Mel, estoy con mi padre y con Peter y no tengo tiempo para discutir contigo.

La exteniente tomó aire y, sin ganas de montar un numerito a pesar de lo furiosa que estaba, dijo antes de colgar: —Vete a la mierda. Ya hablaremos.

Luego, encabritada, subió a su coche. Durante un rato pensó en lo ocurrido, en las cosas desagradables que Gilbert Heine le había dicho y, necesitada de hablar con alguien que le diera fuerzas y que la entendiera, llamó a Jimin: —¿Dónde estás? —En la oficina —respondió su amigo—. ¿Ocurre algo?

∆•°Ånd I Will Givë It Tö Më°•∆ ⁴ Último Libro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora